Y ES QUE VENIA DEL DESIERTO
Le saltaron las lagrimas,
pero de alegría contenidas,
cuando miró la caída de agua,
combinada con neblina.
Y es que venía del desierto,
donde todo es árido y seco,
y al ver aquello tan fértil,
para el era un dulce concierto.
Observar el paisaje silvestre,
que viste de verde todo,
bajo un sol resplandeciente,
era para él lo mas placentero.
Y que decir de aquel rio,
rodeado de terrosos bordes,
que se humedecen y desmoronan,
con la sinuosa corriente.
Allí donde los pájaros y los peces conviven,
mirándose a través del agua,
mientras unos patos
unas ondas liquidas fabrican.
Quedarse en ese lugar quería,
pero se limpio los llorosos ojos,
y con gran nostalgia,
regresó al desierto al otro día.
J. Jesús Ibarra Rodríguez.
México. D. R.
Comentario
María Beatriz Vicentelo Cayo
Insigne y estimada poeta, recibe mi gratitud por visitar mis letras.
Tu comentario deductivo y filosofico, sobre la conducta humana tiene mucho valor.
Te envío con afecto un fraternal abrazo.
¡Qué grandioso mensaje guardan estas letras mi querido Jesús!
Cuando estamos imbuidos en problemas, oscuro o desértico de la vida, una gota de alegría, una mínima luz de vida, un manantial celeste son bálsamos para nuestra existencia. ¿A quién no le ha pasado? ¿Quién no ha sentido el milagro del cambio? Así fuera un corto lapso, es suficiente para retomar bríos y continuar en nuestra lucha diaria!
Gracias mi querido Jesús por hacernos recordar que no todo es mustio, ni oscuro; siempre hay un camino de dicha y logro que se nos ofrece como alternativa!
Un gran abrazo!
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