Cual adagio de ese amor que no claudica
junto al trino espiritual de su paciencia,
va mi madre la fiel musa que conquista
y aquilata la esperanza en cada estrella.
Es el eco maternal que no atropella,
fortaleza valerosa que edifica,
es consuelo cuando el llanto me silencia,
y es sin dudas mi leal protagonista.
Acompaña mi horizonte ilusionista
el insomnio del azar que se desvela
y el susurro alentador puro cual brisa
vence el tedio del ayer, triunfa en la espera.
Es su dicha la razón de una quimera
la más tierna en lo sublime y optimista,
en la osada decisión es centinela
y en mirífica virtud forja sin prisa.
Perpetúa su misión, sabia improvisa
desde el alma su tesón hace el prodigio
y el milagro del empeño multiplica
el rosario que atestigua su algazara.
Ella irradia su pasión en la almenara
y entreteje dadivosa, supervisa
el legado que abrillanta su prestigio
cual adagio de ese amor que no claudica.
Autor: Aimée Granado Oreña
Gota de Rocío Azul
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