Y te vas,
cuando más te necesito,
recogiste las maletas
y me hechas al olvido.
Maldito alcohol
donde embriague mis dolientes penas,
añicos se me hizo el corazón
cuando
saliste por la puerta
sin decir
un triste adiós…
Pasaron los años
y
jamás regresaste,
me dejaste con un taco en la garganta,
un enorme hueco en mi alma
y un vacío en mi corazón
por el motivo
de tu viaje inesperado.
Cuenta la gente
que viviste momentos felices
con los reales
que yo,
te enviaba.
La alegría fue pasajera
cuando el dinero se terminó,
envejeciste rápidamente
y hoy vives
deambulando por las calles del dolor,
cuando el vicio de la cocaína
te consumió,
llenándote tu mente
de muchas preguntas
y sin ninguna
respuestas.
Un día
inesperado
tocaste a la puerta,
mis lágrimas bajaron
desesperadamente por mis mejillas,
aclamando un incesante perdón
de tu parte...
y me dieron deseos abrir la puerta
y abrazarte
otra vez...
Cuando miré por la perilla de la puerta
tuve que contener mis deseos
estabas toda andrajosa,
toda demacrada,
más flaca que un palillo de diente,
pidiendo a gritos, perdón.
Y no pude
abrir la puerta,
aunque era lo que anhelaba
toda mi vida,
me detuve, pesé un momento
y dije: “Ella, no fue la que se marchó,
fue otra la que regreso”.
Autor:
Santos M. González -
Poesía Del Silencio (seudónimo)
Derechos reservados de autor
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