Éramos muy buenos amigos
y un día vi tu foto colgada en la enorme pared,
comprendí que eras muy famosa
los vítores y los aplausos te quitaron tu inocencia.
Soñaba con agarrarte las manos como en aquellos tiempos
y declamarte unos cuantos versos,
pero ya todo era en vano,
ya no eras para mí.
Te debías a tu gente, a tu público
y tal vez a los tantos admiradores,
el tiempo me llevó a comprender
mi triste realidad.
Ya no existía el mismo ánimo,
el tiempo de espera se hacía muy largo,
los empujones para recibir un autógrafo
me quitaban el deseo de acercarme a ti.
La muchedumbre ocupaba un gran espacio en tu vida
y tu disposición se atoraba
en el cuello de mi garganta
y la desesperación se apoderaba de mi corazón.
Atormentada estaba mi alma,
y tu esencia en mi pecho se dejó sentir,
entonces decidí una triste mañana de navidad,
marcharme muy lejos de ti.
Santos M. González
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