El  amor pasó muchas vicisitudes

y se agarra  de un tronco

en aguas bravía,

rumbo a la fiel caída de una cascada.

 

Desesperadamente

sé encuentra el pobre jíbaro

hurgando cada pensamiento,

mientras flota la esperanza

como mariposa en el aire, 

y pinta margaritas en el desierto.

 

El  jíbaro amuela su machete,   

sentado en su balcón

de su pobre casuchas,

se regocija con el cantar del coquí,

esperando con anhelo

el tiempo de la zafra

para volver a trabajar

de sol a sol

y llevar el sustento nuevamente

al hogar.

 

Pasan los años,

reverdece del verde  monte

en  las centrales azucareras

de mi Puerto Rico,

los trapiches ya no exprimen

las cañas de azúcar,

y los molinos están moribundos

porque se encuentran oxidados

en un mar de lágrimas.

 

El llanto ensordecedor  de las negras

revolotea las  melodías del alma  

en un tarde gris,

ocultan la agonía del jíbaro

pidiendo  a gritos:

“ Recuérdame, no me eches al olvido ”.

 

Autor: Santos M. González

Derechos reservados de autor

 

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