Cada vez que te veo
me dañas la cabeza,
me tientas el alma,
y se me paralizas el corazón.
Sabes amor, tú me interesas
y me das motivos suficientes
para caer en la tentación,
por qué tengo dos buenas razones
para seguirte mirando.
Eres mi onírico,
tienes la culpa de que caiga en ese único letargo
que me hace distraer con facilidad
y haces que me lance al vacío
desde un escalón de una escalera, sin paracaídas,
cuando te veo caminar a mi destino.
Eres mi amor eterno, mi perdición
haces que este pobre mono piense como hombre
y de decir en vos alta lo que tengo en mi cabeza
porque tengo deseo de morder tu cuello,
besar tus labios
y de meter la cabeza,
ahora mismo
en tus seductores pechos.
Autor
Santos M. González
Derechos reservados de autor
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