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TE OBSERVAN
En una hermosa viña de un lugar apartado de La Rioja, en un pueblecito de España.
Un hombre ambicioso decidió entrar en los viñedos de sus vecinos, buscando hacer fortuna
–Sí sólo agarro durante un año un racimo de uvas de cada viñedo y lo junto a los míos y los llevo al mercado nadie se dará cuenta–
Se dijo a sí mismo
–Pero estoy seguro cuando pase cierto tiempo, tendré una gran fortuna-
Comenzó ese mismo día, que su mente tejió tan peregrina idea, esperó, que la bruma espesa y negra de la noche fuera su cómplice y se llevó a su pequeña hija María de siete añitos, la cual estaba confundida por lo que estaba haciendo su padre.
Hija- murmuró el ambicioso hombre, vigila y hazme una seña si ves a alguien venir.
El hombre entró en el primer viñedo y se sorprende cuando un racimo de uvas le habla:
-No debes venir por nosotras tu eres dueño de un hermoso viñedo-
-¡Callad! ¡Callad! No seáis tontas vosotras ¡no podéis hablar! no vais a volverme loco-
Pero las uvas seguían atormentándolo, le decían de todo, de todo lo malo que podéis imaginar, le llamaron: flojo, holgazán, ladronzuelo.
Uno de los racimos más hermoso le dijo: por estar robándole a tus vecinos y amigo verás lo que te pasará, no digas después que no te lo advertimos.
Ramón quedo tan aturdido de todo lo que le decían los bellos racimos de uvas, que no se había dado cuenta de las luces y claridad que había en ese momento en el viñedo la luna estaba muy hermosa y rozagante brillaba en su esplendor y los racimos de uvas tomaron aspecto de morocotas de oro y Ramón se desesperó, quería llevárselas todas. Ya no pensaba en las uvas como frutas para llevarlas al mercado. Su mente se confundió, se perturbó con el brilloso color de oro que lucían los exuberantes racimos de un pueblecito de La Rioja, lugar donde está ocurriendo nuestra historia, El hombre ambicioso vuelve a la realidad por el grito que emite su hija María. El grito repentino de -María: ¡Padre, alguien te mira! - Lo sacó de su mundo fantástico de poder y asustado por las palabras de la hija y recordando que las uvas también le hablaron y que ahora tenían un brillo especial decide abandonar ese viñedo e irse a otro, probando mejor suerte. Pensaba que en este nuevo viñedo no habría uvas tontas y parlanchinas. Y ya no brillaría la luna que lo confundía todo. Empezó a cortar un racimo muy hermoso y la pequeña María grito nuevamente ¡Padre alguien te observa! El hombre nervioso miró a todas partes, pero no vió a ningún ser viviente y se apresuró a entrar a otro viñedo, ya con su cesta repleta de uvas, Se cae tropezando con una gran piedra y comienza a maldecir muy molesto por todo lo que le estaba pasando, él pensaba que le sería muy fácil robar y salirse con la suya apoderándose de las vid de sus amigos.
Su hijita le vuelve a gritar: ¡Padre alguien te observa! Pero esta vez la niña oyendo las horribles palabras de su padre, le grita también: Padre alguien te observa y te escucha,
El hombre ambicioso se detiene y le dice a su hija con voz iracunda
¡¡¡ ¿Por qué vos a cada rato me decís que alguien me observa?!!! ¡Y no hay nadie! Y ahora no conforme con molestarme, dices que me escuchan, ¿Quién? va a poder oírme si estamos tú y yo solitos en estos montes.
La niña siguió diciéndole a cada rato que lo observaban, y el padre continuaba como si nada y los días sucesivos busco dos cestas enormes para llenarla de los mejores racimos.
Por la mañana muy campante se iba al mercado a vender su cosecha y los frutos robados.
El padre se cansó de escuchar a la niña diciéndole que alguien siempre lo observaba y escuchaban y decidió irse todo el tiempo solo a continuar con su labor ambiciosa.
Ya sus vecinos y amigos se habían dado cuenta que algo le ocurría a sus viñedos y decidieron montarle una cacería, ellos pensaban que algún pájaro se estaba comiendo los frutos, nunca se imaginaban que era Ramón su amigo y vecino.
Se reunieron más de trece dueños de viñas y prepararon sus escopetas para matar a los pájaros ladrones. María su hijita como que presentía algo y sale corriendo detrás de su padre, Ramón muy tranquilo recogía su cosecha como toda las noches buscando ser más listo que los demás, ya casi no se dedicaba a sus viñedos, ya no trabajaba en ellos, robando todas las noches había conseguido tener mucho dinero. La ambición era tal que ya no llenaba dos cestas sino todas las que podía, ya ni dormía. Los habitantes de la Rioja y sus adyacencias estaban muy preocupados cuando pensaban en ir a la vendimia, se le quitaba las ganas, era como una plaga que había pasado. Y así fue como todos los dueños de viñeros salieron armados, no sabían a qué se enfrentarían, hasta inclusive se estaba corriendo la voz, que eran unas brujas que se convertían en pájaros y que atacaban durante la noche y que tenían poderes malignos les gustaba el color de las uvas y bebían vinos en las bodegas. Se tejió una leyenda que estas brujas se convertían en los pajarracos negros, muy grandes y pesados que atraviesan la noche con sus enormes alas. Todas estas versiones las oía Ramón con malicia y disimuladamente se escondía para reírse. Llegó nuevamente la noche y todos los hombres del pueblo salieron a enfrentarse con las brujas o los pájaros. Maria que sabía que no existía ninguna bruja ni pájaros que robaban las uvas, salió corriendo, pero antes le dijo a su madre y doña Rosalía no le creyó, entonces apresura el paso y llega donde está su padre que está cortando un hermoso racimo y suena un disparo y la niña cae al suelo en un charco de sangre y esta vez le dice tenuemente a su padre:
Padre te observa Dios desde el cielo.
Su vocecita se había apagado para siempre.
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