TAPERA DE LA CAÑADA
Tapera que algún puestero
la dejó abandonada
y en la curva del camino
parece un centinela,
que vigila la cañada.
Sobre su patio de tierra
han florecido las matas
y en el viejo molino,
se herrumbró una esperanza.
Alguna vez, quizás un niño
haya habitado esa casa
y habrá escrito su nombre
sobre sus paredes blancas,
ladrillos asentados en barro
y de barro rebocada.
Puede ser que también
un cantor con su guitarra
serenateara en las noches,
bajo su techo de chapas.
A la orilla del camino
cerca del puente enclavada,
nos muestra las cicatrices
de un tiempo que se le escapa,
ningún árbol le da sombras
que alivien sus tardes largas
y en noches de tormentas
refugio de algún linyera
que anda buscando cobijo,
para escaparse del agua.
En esas noches sin luna,
es como un viejo fantasma
subido a su atalaya
vigilando los pastizales,
que movidos por el viento
parece que corrieran
para rodear a esa casa.
Pero el sol traerá un nuevo día
y seguirá centinela
controlando la cañada,
mientras pasa la vida
por la curva del camino,
¡tapera de la cañada!
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