También el poeta Albán me cantó

[Ronald Bonilla Carvajal]

RONALD BONILLA

 

Ronald Bonilla no tiene lugar.

Él siempre está esperando

alguna espada

para volverse ciego

y alcanzar las bandadas que no están.

 

Es un centauro con los ojos llenos

del Olimpo interior

que siempre está doliéndole

 y cantándole.

 

Anda escorado del azul entonces,

viajero de su sed que se arrodilla

ante dos ojos llenos de espejismos,

porque quiere soñar a pesar

 del silencio.

 

Necio de su orfandad.

Piedra de toque azul.

muchacho desdeñoso de su

propio egoísmo,

cruza siempre las olas del poema

con esa luz a cuestas de su asombro.

En casi treinta años

de conocer su ruido de campanas,

aseguro que tiene cada herida

 en su sitio.

Cada poema en su nombre.

Cada amor en su brecha.

Cada llanto en las rondas del silencio.

 

Por eso a veces miro hacia sus ojos

como pidiendo auxilio,

y él regala su luz con la

antorcha  al viento.

 

Y yo, que tengo algo de lobo transparente.

Y que he perdido hogar, geografías,

amigos de interés hacia sus sombras.

Todo porque el poema se me cae

 de las manos con demasiada prisa.

Todo porque enseñé a cantar espejismos

a quienes se sentaron a mi mesa,

poetas que se fueron 

con las armas crecidas de señales, 

amores que se fueron 

a su deber de niebla.

 

Quizá puedo decir ante estas desnudeces del crepúsculo,

que Ronald es quizá, sí,

ese último amigo

con el que suelo hablar de estrellas

 que inventamos.

Y esto, señoras y señores,

para alguien tan antiguo

como mi profecía malherida, es demasiado, Dios,

un amigo que queda aún

-será posible-

después del diluvio a mis espaldas.

 

Laureano Albán

17 de diciembre del 2015

[Ronald Bonilla Carvajal]

Gracias, Benjamín, así es, abrazos

Gracias, Delia, un placer compartir este poema ajeno pero tan mío, abrazos

[Delia Pilar]

¡Una maravilla de poema de quien compartió poesía

contigo a raudales dedicándote este merecido homenaje, Ronald!

Te agradezco lo hayas compartido haciendo posible el disfrute de su lectura. 

[Benjamín Adolfo Araujo Mondragón]

¡Estupendo poema de Laureano, Ronald; vaya que te conoció!