Soledad

Me quedé con su recuerdo
tatuado en el alma,
escuchando en cada recodo
de mi estancia la dulce sonoridad
de sus suaves pasos,
Oh!!! dulce y desorientado ángel,
quien pudiera robarle el alma
Soy agua que no se evapora,
dulce sueño que no despierta,
mensajero del amor que nunca llega,
alma en pena que busca paz
y no la encuentra.

Soy la voz de los siglos,
la misma de aquellos que quisieron
ser felices y no pudieron,
el hombre de lo espiritual
y lo palpable.

Llevo adherida en mis viejas sandalias
la oscura tierra de los años,
en mis memorias un universo
de lejanas ausencias
y  abismo oscuro y frió
que me consume el alma.

Autor: Marco González A

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