En un lugar muy lejano, allí donde el viento se detiene, recapacita y comienza el regreso… un ermitaño, que ya tiempo se olvidó el porqué de su letargo, mira a su alrededor, agrega unos leños a la fogata, con deseos de amenguar el frío en su madriguera excavada en la colina que eligió en aquellos remotos días.

El crudo invierno ha dicho presente, no obstante debe aprovechar las horas de luz para ocuparse de cazar para almacenar comida; vendrán los días que quedará impedido de alejarse de su refugio. La experiencia acumulada, le permite saber afrontar las inclemencias del tiempo.

Provisto de sus armas primitivas pero efectivas, por él construidas, bien abrigado con su poncho de piel de oso pardo, salió a su faena.

Caminaba despacio, sin hacer demasiado ruido, cada tanto se detenía para escuchar, cada simple movida de ramas, un leve desprendimiento de piedras, el más insignificante murmullo lo ponía en estado de alerta, pues en cualquier momento y sin previo aviso podría toparse con un posible contrincante, y no era cosa de desaprovechar cualquier oportunidad que se le presente.

¿Porqué razón del destino había terminado allí?  

Su memoria ya se negaba a realizar el esfuerzo de recordar. Sin embargo, entre sueños, siempre aparecía una casa muy hermosa, un jardín con callecitas internas rodeadas de flores, ventanales luminosos y un camino que se perdía en verdes praderas. También solía despertarle un  doloroso llanto que lo llevaba a desear calmar con un abrazo. Casi no se acordaba de los abrazos.

Caminaba lento hasta internarse en el bosque ya en semi-penumbra.

Cada tanto, separaba ramas y espinas con ambos brazos. Sintió un rumor de ramas que se quebraban bruscamente. Cerca, muy cerca…

Se agazapó tras un árbol, todas sus antenas a la espera del desconocido, los

ruidos cesaron...optó por mantenerse quieto y en silencio absoluto, prefirió sorprender y no ser sorprendido...entre un pequeño matorral percibió un leve movimiento de ramas, y entonces lo vio, a escasos metros apareció un lobezno, husmeaba todo a su alrededor, su pequeña cabecita la movía de lado a lado, sin duda estaba perdido.

Esperó… muy posible que alguno de sus progenitores apareciera de imprevisto.

Su color aún obscuro lo hacía tener a lo máximo tres meses; con seguridad esta era una de sus primeras salidas expedicionarias fuera de la madriguera. Con anterioridad ya se había topado con ejemplares semejantes y la mayoría de las veces no tardaba en aparecer, casi siempre la madre, en su busca.

Basándose en su experiencia, decidió no atinar si quiera acercarse, pues enfrentarse a un loba nerviosa, no era nada aconsejable. Pasaron uno cuantos minutos, y como impulsado por su olfato, el pequeño lobito se empezó a acercar al curioso intruso.

Recostó su espalda en las rocas y se sentó lentamente, sin ruidos.

El pequeño lo miró e inmediatamente sintió su voz…¿Su voz?

-¿Me recuerdas?…

Su tonalidad era la de un niño.

Se acercó y levantó el pequeño hocico como si quisiera rozarlo.

Su mente volaba hasta creer que estaba enloqueciendo, estiró una mano muy lentamente y el animalito agachó su cabeza para la caricia.

No te recuerdo- respondió en voz muy baja.

Se encontraban las miradas, el cielo desaparecía y se colmaba de estrellas su corazón.  

El pequeño se echó a su lado y recostó su cabeza entre las piernas extendidas. Respiró profundo, su tibieza abrazaba al corazón solitario.

Alguna vez, entre sus raros recuerdos, allá en su cabaña despertaba en medio de esa tibieza, pero también alguna vez, la silueta semitransparente de una bruja, deambulaba entre los mismos sueños.

Estaba seguro, en ese mismo instante, que todo se relacionaba…

Un movimiento brusco de unas ramas lo volvieron a la realidad...la sorpresa lo tomó desprevenido, no atinó siquiera a esconderse, las amenazadoras fauces de un loba, con seguridad la progenitora del pequeño se plantó a escasos metros, husmeó el aire, típico ademán que demostraba enojo...conocedor de tales costumbres, lentamente se inclinó y se recostó boca abajo en el suelo, y esperó…

La reacción del animal no tardó, se acercó a su hijo, con su maternal hocico lo empujó hacia ella, éste con alegría acudió al cariño ofrecido y se refugió entre sus patas. La loba ya segura y dueña de la situación, hecho un vistazo al extraño, y demostrando un completo desinterés, emprendió la marcha, seguida de su cachorro.

 Al regresar lentamente a su cabaña, procuraba recordar. Recogió frutos en su camino, para comer aquella noche.

Ya al calor de los leños, en el resguardo, sus ojos se fueron cerrando por el cansancio y los años.

Entre sueños, lo que parecía un sueño lo fue llevando a otras tardes, a otra colina, hacia otros brazos anhelantes.

Entre sollozos que lo sacudían despertó al encontrarse con su vida entre la memoria dormida hasta entonces.

No obstante flotaba en el aire, a semejanza de una luciérnaga, aquella escena en la que la mano pequeña apretaba fuertemente la de su madre que intentaba escapar.

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Autores

María Marta Britos (Argentina)

Beto Brom (Israel)

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*Imagen de la WEB c/texto anexado.

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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