Me quedé sentado,

indagando al cielo

y estrechando

 sobre mi cansado pecho,

su antiguo retrato.

 Sólo me quedaron delirios,

de lo que fue,

el sublime amor de antaño.

Siento la miel de sus besos

navegando tristes dentro

 de mi afligido barco.

Surcan por sus aguas mansas

mis constantes afectos

y se rompen

 en el malecón de su nombre

las olas del recuerdo.

Cargo como una penitencia

los juramentos

 que alternamos,

porque las marejadas de la vida,

me robaron, las alegrías.

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