A MI MADRE.

Te levantabas con el canto del gallo
solo una lamparita de kerosén te acompañaba
preparabas, café, chocolate, arepas raspadas para el almuerzo
en la tarima alta del fogón de leña.

El hollín colgaba de las palmas, como lágrimas negras.
doce hijos tuviste sin nunca ver un médico
nos criaste con la teta, la soltaba uno, cuando ya venía el otro
nuestro hogar fue un hermoso jardín.

Tu encanto eran las flores
nos enseñaste a respetar las mariposas
nunca más he visto tantas flores, tan diversas y de tantos colores
como en el jardín de tus sueños.


Saludo… Paula Elvira.

© Cástor A. Olivier O.
El hijo del Cisne.
Venezuela.

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