Siempre tuve un sueño recurrente.
No sé cuántas veces,
me sentaba gritando al borde de la cama,
angustiado ante la prueba más difícil.
Se aglutinan los recuerdos del adolescente que fui,
del niño que casi pierdo y recupero
en viejas fotografías.
Pero regreso a principios de siglo,
viajo en tren con mi pantalón oscuro.
Voy a Madrid con mi sueño de poeta gongorino.
No sospeché siquiera que la guerra se cernía:
era solo un bardo medio místico.
(Amé a esos otros poetas aunque alguno que admiraba despreció mi indumentaria
y mis versos de pueblerino. ¡Vaya a saber el señorito!)
Como él, perdería la vida después por un ideal,
como la pierden los poetas, adalides del verbo
y sus luces y dolores.
Si regreso al sueño recurrente,
habré pasado la prueba
de regresar a un país extraño, joven,
a llenar de versos la otredad.
DE UN NUEVO LIBRO INÉDITO
Comentario
Gracias, Críspulo, por el calificativo, abrazos
Gracias, Ben, tanto a Lorca como a Hernández, es la idea de la cursiva, abrazos
Gracias, Delia, la idea no era la de homenajear, sino la de crear paralelismos entre las vidas de poetas, abrazos
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