POR QUÉ ESCRIBO
Desde siempre me he hecho ésta pregunta. Y en muchas ocasiones la he respondido. Las más de las veces ha sido en entrevistas con colegas o periodistas. Guardo en mi ego-archivo varias de ellas. Intentaré aquí dar respuesta a esa interrogante para mis colegas de Parnassus en donde tengo ya más de once años que, por cierto, se cumplirán el inminente septiembre venidero.
Todo se remonta a mi infancia. En la casa de mi abuela, Dolores Iniesta viuda de Araujo, conocí al poeta Heriberto Enríquez. Fue en una comida dominical que, por cierto, mi abuela paterna acostumbraba hacer en su casa y a la que solían estar presentes siempre Don Ernesto de la Peña )1927-2012) y el mencionado Heriberto Enríquez )1884-1963).
En esas reuniones, ocurridas en 1957 -cuando yo tenía ocho años apenas-, yo logré hacerme asiduo espectador para escuchar magistrales charlas de ese par de sabios, poetas y escritores.
Ernesto de la Peña fue considerado un erudito y humanista. Miembro de la Academia Mexicana de las Letras desde 1993 hasta su muerte. Estudio Letras Clásicas y otras asignaturas en la UNAM. En 1949 presentó exámenes de rigor en latín y griego ante los eminentes maestros Demetrio Frangos y Agustín Millares Carlo lo que le sirvió para ser aceptado con honores en la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum de la Facultad de Filosofía y Letras. Estudió ruso con Boris Popovitzky y árabe con Mariano Fernández Barbierla. Además de haber estudiado sánscrito, chino, lingüística indoeuropea, hebreo y otras lenguas antiguas y modernas, occidentales y orientales. Fue políglota. Traductor y estudioso de grandes figuras de la literatura mundial como Anaxágoras, Hipócrates, Rilke, Nerval, Mallarmé, Valéry, Ginsberg y T. S. Elliot, entre otros. Leía 33 idiomas y hablaba 8. Fue personaje de Carlos Fuentes en una de sus novelas.
Heriberto Enríquez Rodríguez nació y falleció en Toluca. Es autor de la letra del Himno del Estado de México. Fue maestro, en el Instituto Científico y Literario de Toluca de Horacio Zúñiga, Enrique Carniado y Gilberto Owen. Sus libros, ahora inexistentes -yo perdí tres que me autografió de niño- no son conocidos por nadie. Solo su alumno, el poeta Enrique Carniado realizó un libro póstumo de la obra de Enriquitos. como le conocieron sus contemporáneos.
De ahí que, al paso de los años, tuve el privilegio de tener clases particulares con el maestro y poeta Heriberto Enríquez, para lo cual pedía yo permiso a mis padres para ir a la casa del Poeta, a lo que me respondían: sí, con la condición de que termines la tarea. En ese sentido tuve ese privilegio durante años. Al grado tal que a su muerte, ocurrida en 1963, y yo ya un adolescente de 14 años, mis padres me ocultaron su fallecimiento a sabiendas de que me dolería. Yo me enteré hasta años más tarde cuando trasladaron sus restos a la Rotonda de los Hombres Ilustres, en 1974, ya yo con 25 años de edad.
Así me hice poeta, y escritor en general, leyendo, leyendo, leyendo que fueron enseñanzas que ambos, De la Peña y Enríquez me dictaron desde niño.
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