Aquella bella noche, la cobija celeste estaba perforada por hermosas estrellas,esas estrellas que junto con el cielo y la luna, les quieren bajar los hombres a las mujeres como demostración de su amor.Solo la calma reinaba en aquel lugar.Pronto seria de día y por supuesto las actividades cotidianas se reanudarían

Leonardo que vivía con Elena, mujer dócil y amorosa,se desperezo casi al alba. Se preparó para ir a trabajar en la calle. Vendía productos domésticos casa por casa, en aquel colonial poblado.De pronto escuchó unos cascos de caballos sobre las piedras de la calle, humedecidas por la brisa matinal, se acercó a la ventana y pudo ver una carreta halada por unos equinos, repartiendo agua para los hogares y los comercios. Don Rito el de siempre guiaba a los animales. Los pasos se fueron dejando de escuchar conforme se fueron alejando.

Leonardo comió algo de alimento, se puso una gorra, tomó sus productos domésticos y se despidió de Elena.Salio a la calle para iniciar su trabajo.El había estudiado lo elemental, pero al no encontrar trabajo,decidió desarrollar esas actividades para mantener a Elena.

Caminó todo el día, y de hogar en hogar ofrecía su mercancía. Pronto se embriago de sol, y su rostro moreno sudaba copiosamente con el calor del verano.Al fin miró con placer, que llegaba el suave atardecer con sus tonos rojos y lilas.Sentia como se acentuaban los aromas de las flores y hasta las hojas de los arboles adquirían mas verdor y tersura.Era en esos momentos cuando Leonardo hacia reminiscencias de épocas pasadas.Entrecerró los ojos y recordó cuando sus mayores le habían dicho -el día que busques mujer, piensa que las aguas turbulentas no se juntan con las quietas.-Huye de la mujer rígida, pretenciosa, erecta y desdeñosa.-Si no lo haces te las vas a ver muy duras.

Por fortuna Leonardo encontró una buena mujer en Elena. Ella le demostró una pasión autentica y vivían sin tribulaciones ni angustias.

Leonardo enfiló hacia su casa, ya anochecía y contaba los inviernos pasados al lado de Elena,habían sido felices se dijo.Miró hacia el cielo y notó la luna como media esfera de hielo,recostada ya queriendo ocultarse tras de las montañas.

Leonardo amaba tanto a su mujer, que se le inquietó la mente, mente silvestre y empírica que trato de crear un Poeta ocasional. Se puso a escribir una retahíla de Poemas para su esposa Elena. El pensaba que sus versos eran diamantes engarzados en estrofas de oro,  capaces de producir escalofríos, helar o hervir la sangre de quien los leía.Pero solo por el sempiterno amor que le profesaba Elena, los versos le provocaban a ella y solo a ella fuegos de pasión que se reflejaban en sus ojos, y que según decía seria capaz de darle toda su alma y todo su corazon a Leonardo, por el amor que le profesaba.

Finalmente Leonardo llego a su casa, para saborear con Elena los sentimientos compartidos.

Después de la cena, como cada noche Leonardo daría lectura a otro de sus Poemas.Elena enternecida lo escucharía con emoción.

J.JESUS IBARRA RODRIGUEZ.

DELEGADO CULTURAL UHE.

MEXICO.

Derechos Reservados.

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Comentario

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Comentario de SENDA el septiembre 28, 2012 a las 5:45pm

TU RELATO ES TIERNO, LLENO DE POESIA Y AMOR POR ELENA

 

GRACIAS 

UN ABRAZO

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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