CAPÍTULO 5
Durante más de una hora, recorrí uno a uno, todos los sitios por los que habíamos pasado. Ni rastro de mis amigos. Me confié de mi memoria arquitectónica para encontrar el camino de regreso. No funcionó sin embargo. Finalmente encontré un mercader que balbuceaba inglés y me ayudó a salir de allí dándome orientaciones para conseguir un taxista bilingüe. Cuando llegué al hotel, encontré a mis amigos muy angustiados, pues me habían estado buscando por todas partes. Lo increíble fue que no coincidimos en nuestras búsquedas. Ese día comprobé que no había nada peor que perderse en una ciudad árabe.
El día siguiente nos dirigimos hacia las pirámides. El medio de transporte para llegar hasta ellas? Los indómitos camellos, por supuesto. Las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino se levantaban ante nuestros ojos con la fascinación del turista promedio. Al entrar en la primera de ellas sin embargo, parte de esa fascinación desapareció. El insoportable olor a orines y esa extraña sensación de antigüedad, misticismo y muerte que yo particularmente no había sentido en ninguna otra parte me hicieron cambiar de opinión. Creo que hasta aquel día no había experimentado una claustrofobia similar. Me abstuve de entrar a las otras dos, pues no creí que necesitara experimentar esa energía negativa una segunda vez. Antes de estar allí, había sentido a través de las películas una particular fascinación por las pirámides y la cultura egipcia, pero todo pareció desvanecerse aquel día. En los tours que siguieron en los otros tres días que estuvimos en Egipto, me aburrí un poco. El gran museo de El Cairo, el valle de los reyes y la mezquita de Alabastro despertaron un poco mi curiosidad, pero luego empecé a sentirme como repitiendo diapositivas en un View Master. Cuando finalmente regresamos a Londres, sentí que volvía a casa, pues aunque aquel no fuera mi país, Londres sí era mi ciudad, mi refugio, mi escenario de sueños y realidades. Tenía en mi mente una visión muy diferente del mundo árabe, de su gente, de sus paisajes, de sus olores y sabores.
Comentario
Como siempre tu narrativa dejando el sello de tu talentoso ingenio.
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