Ni un murmullo emerge
en esta noche silente,
porque ya mis manos,
dejaron de ser cómplices
del placer de tu vientre.
A mis ojos se le apagó la pasión
porque ya no atesoran,
la fortuna,
de tu cuerpo vehemente.
Se me cerró la vida
el día en que dejé
de ser el esclavo
de tus sueños,
y de tu fuego celeste.
Todo lo que me quedó,
de tu amor,
es un ruido en el tiempo,
un rumor de olas muertas
y una profundad ansiedad
de miedos,
angustias
y destierros
de este suelo vacio,
donde ya no existen seres.
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