A mi Padre, Justo Agustín Olivier.

 

Huérfano a los ocho años te aferraste a la vida
no sangraban tus heridas por más que te hicieran daño
te criaste con extraños
que ahora son mi familia
enfrentaste la desidia porque eras hombre sincero
sagrado, fiel compañero enemigo de la envidia.

 

Yo, te conocí ya viejo por ser tu último hijo
yo, era el niño prodigio de tus últimos reflejos
tu imagen frente al espejo
mermaba tu filigrana
pintabas algunas canas en tu ondulado cabello
ya tu juvenil destello se había ido con el alba.

 

Salías de madrugada con tu taparito acuesta
tu machete y tu escopeta a la hacienda La Llanada
siempre andabas prepara’ o
como gacela en la orilla
pendiente de las ardillas que se comían el cacao
el picure o el vena’ o, que estropeaban las semillas.

 

Tu paraíso era el monte sin resabios y sin trucos
el semillero, el conuco, era tu fiel horizonte
te preocupabas entonces,
si no llovía en enero,
se secaba el semillero, en tu lecho moribundo
delirabas en tu mundo esperando el aguacero.

 

Saludo, a mi padre agricultor… Justo Agustín Olivier.

 

 

Cástor A. Olivier O.
Venezuela.

 

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