He sentido numerosas veces,
la emotiva humedad de una bella mujer,
pero no han aquietado mi sed,
de ellas recuerdo la soledad
que dejó su cuerpo divino en mi ser,
porque sólo evoco,
aquella mujer,
que calmaba mis hambres
y hasta mis deseos de dejar de ser,
cuando no la podía poseer.
Entre el vaivén de unos bellos
recuerdos,
que se detuvieron en mi sien,
hoy vago cual luz sin sombras,
entre los altos peñascos
de la desesperación,
y con la furia de un ciclón,
porque en este momento,
no la puedo amar.
No quiero migajas de amor,
ni caricias compradas,
quiero los afectos,
de aquel bello ángel que partió,
y hoy tan sólo me conformo
por tan sólo un minuto,
poder escuchar el dulce timbre
de su entrecortada su voz.
Por mi mente rondan mil preguntas,
pero no encuentro solución,
para este amor que vive añorando,
la luz de una amada luciérnaga,
que un día funesto,
se apagó.
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