MAESTRA DE INGLES EN TOKIO – UNA ESPERIENCIA INOLVIDABLE

El año que viví en Japón, trabajando como científica invitada en el Instituto de Química Física de Tokio, Rikagaky Kenkiusho, tuve que entrenar a ocho jóvenes japoneses que hacían su doctorado en el laboratorio donde yo trabajaba.

En múltiples ocasiones tuve que entrenar a algunos de ellos en la fabricación y diseño de unas bio-baterias, proyecto que me fuera asignado por el Dr. Raita Tamamushi, jefe de la división de Química Física Inorgánica. Ya yo traía experiencia en fabricaciones de bio-baterias, proyecto que comencé mientras hice un postdoctorado en la Universidad de Londres, Queen Elisabeth.

Aparentemente mi inglés hablado les resultaba a los estudiantes mucho más fácil que el que le enseñaran los maestros ingleses o norteamericanos. Tal vez porque como pronuncio el inglés con un suave acento hispano, mis vocales son muy parecidas a las del japonés.

Una tarde, un tanto tímidos los muchachos me pidieron si podía darles clases de inglés, así que al contemplar sus rostros asustados, no pude decirles que no, y acordamos reunirnos dos días a la semana al terminar las horas de labor en la tarde entre 5:00 y 7:00 pm.

Como siempre me las arreglo de alguna manera para cumplir un compromiso, y recordando que me había traído conmigo a Japón un disco de larga duración del grupo musical 42nd Street, copié las canciones de la contraportada de la carpeta del disco, hice copias para todos y conseguí un tocadiscos pequeño portátil para tocar la música en las clases.

Si hubieran visto lo mucho que gozábamos en cada clase. En un salón de reunión, colocaba sobre el escritorio el tocadiscos, les repartía las copias de una de las canciones por clase, les leía la letra, pidiéndoles mucha atención, les obligaba a leer repetidas veces la letra. Colocaba el disco en esa canción, les cantaba la canción y los ponía a cantar conmigo siguiendo la letra.

Puedo, con toda sinceridad, decirles que los jóvenes fueron soltándose en la pronunciación, buscaban el significado en japonés de las letras de las canciones y cantábamos a todo pulmón, casi de memoria cada canción. Llegado el verano ya habíamos aprendido bien las 12 canciones del disco y éramos unos expertos en el asunto del inglés cantado y hablado.

Para terminar el periodo de enseñanza en pleno verano acordamos hacer una gira a una playa cerca de Tokio, a tres horas del Instituto por carretera. Un profesor del laboratorio nos prestó su apartamento de verano y pasamos todo un fin de semana en una playa de arena negra volcánica inundada de japoneses, y esta puertorriqueña cantando en traje de baño junto a mis discípulos las canciones de 42nd Street:

¨If you could read my mind, love, what a tale my thought could tell, just like the paper back novel, the kind the people tells, when you read the part where my heart is gone, the hero would be me, the hero of the tale. And I will never be set free as long as I am the Goth that you can´t see¨
The Tokio para Hollywood garantizado.

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