Los Billusos


¨¿Cuántas otras historias, biografías, anécdotas de importancia religiosa, política, cívica, deportiva, social y familiar se dejarán de conocer porque no se dejan constancias escritas de ellas?”.
          Estas líneas del abogado Nicolás Parducci me trae a la memoria los tradicionales juegos infantiles de hace algunas décadas, concretamente de inicios de la segunda mitad del siglo XX. De esto damos fe los que vivimos esos maravillosos años del 50 al 60, tanto en Piñas como en otras ciudades del Ecuador.  Pienso que tales tradiciones y costumbres nos vinieron de España, como lo vemos en Unamuno, y de México. Nos los trajeron, junto con el idioma ladino, los judíos sefarditas, conversos o marranos, en su huida a América, luego de la diáspora sefardí por motivo de la expulsión de España por orden de los reyes católicos Isabel y Fernando.
          No estoy seguro de si inventamos nosotros algunos de ellos o si todos vinieron de allá. Este recuerdo me ha motivado además para relatar uno de esos juegos populares de la niñez, el de los billusos, billetes que tenían la misma denominación que los de verdad emitidos por el Banco Central: 5, 10, 20, 50, 100 sucres o ayoras como también decíamos. Luego aparecieron los de 500 que eran bien raros. Años después cuando manejábamos los de 1.000 ya nuestra moneda se había devaluado enormemente. Estos billusos se originaban de las envolturas de papel y no de cartón de cigarrillos, la mayoría sin filtro.
          Las marcas de cigarrillo de la época, entre las más conocidas, eran la nacionales como Full Speed, Dorado (que se vendía por ruedas), y extranjeras como Chesterfield, King, Lucky Strike, Camel, Kool, Winston, Oasis, Salem, Marlboro. Las de menor denominación eran las del producto más barato, el Dorado y el Full Speed, en cambio las de mayor valor eran las de cigarrillo más caro como el Kool o el Camel, el del camello (Todos me adoran ahora), cuyo papel era de mejor calidad, color, brillo que duraban más por su poco uso, al contrario de los más baratos que por su constante manipulación por su baja denominación, de 5, 10 ó 20 sucres, sufrían más desgaste y deterioro. Mientras más raros más caros. Estos billusos de 100 para arriba pasaban casi todo el tiempo guardados en los bolsillos y los sacaban solamente para cuando los muchachos que no tenían suelto pedían el cambio.
          Estos grandes fajos no rompían los bolsillos como cuando se guardaban las fichas de teja y las tapillas según el juego para el que nos preparábamos. En vista de que este juego se estaba extendiendo mucho en la niñez y no circulaba la suficiente cantidad de billusos para las apuestas, se pretendió adoptar otro tipo de papel moneda. Se promovió la recopilación de envolturas de los caramelos como mentas, leche y miel, delicias, de limón, etc., que eran de menor tamaño y ningún parecido con los billetes verdaderos. Eran tan pequeños que sus fajos se los podía guardar hasta en las relojeras. Por estas razones resultó un completo fracaso.
          Mucho más originales y de genial iniciativa fueron los que armaban gruesos fajos de billusos con hojas verdes de café para jugar a los sainetes por parejas representando a la mujer humilde del hogar y al marido borrachoso. Cuando borracho llegaba a dormir, la mujer le pedía que le dé la plata y le hurgaba los bolsillos para sacarle el fajo de billetes que no se los había gastado en la cantina.
          Para este juego, cosechaban las mejores, más grandes y verdes hojas del cafetal. Las apuestas con los billusos se daban mayormente durante el juego de las canicas en sus diferentes modalidades como el pepicuarta, la pica o el caracol y la sierra. Así continuaba el juego notándose en los niños más hábiles y diestros la acumulación de abultados fajos que ya no les cabían en los bolsillos del pantalón, luego de haberlos dejado pilches o chiros a los más pequeños e incautos que con trampas o sin trampas perdían todo su dineral.
          La aparición de los billetes de a mentira impresos a alta fidelidad con la mismas imágenes, colores y valores que los verdaderos le quitó el sabor popular y tradicional al que estábamos acostumbrados. Así fue que al igual que las envolturas de caramelos, poco a poco fueron desapareciendo.
          Lamentablemente todo este hermoso juego fue diluyéndose en el tiempo hasta que nos dimos cuenta de que estaba pasando de moda, que ya no jugábamos, que ya habíamos crecido, que las calles ya no eran las mismas, que ya todos nos poníamos zapatos, que ya no le encontrábamos emoción y que ya nuestras miradas iban en otras direcciones.
          Los niños pequeñitos dejaban de practicarlo no por haber quedado pilches sino porque no les llamaba la atención. Creo que pensaban mejor que nosotros, pensaban ya de otra forma, pensarían como mayores, considerando que este era sólo un juego de niños.

Wil Torres
-Tomado del libro Relatos de Mushinga-

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Comentario

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Comentario de wil torres el octubre 27, 2022 a las 2:56pm

Muchas gracias mi distinguido amigo.

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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