Lo miré besar
Al sentarme a su lado lo miré de reojo. Su aspecto me resultó un tanto repugnante. Pero no permití que ese rechazo instantáneo me impidiera concentrarme en la música que fluía de sus dedos sobre el teclado, y ya no miré más su rostro regordete y rojizo, de mirada triste e indescifrable.
Sus manos me hipnotizaron; rozaban el marfil de las teclas con una suavidad erotizante. Arrancaba delicias al sonido que penetraba lentamente hasta los rincones más ocultos de mis deseos, elevándome en vértigo. Y sucumbí al bolero con la mirada perdida en el desierto de sus manos, en el tacto tibio de sus dedos. Así, desconectada del entorno bullicioso de los clientes del bar, dejé que la imaginación me llevara a su mundo secreto de fantasías y anhelos.
Terminó aquella composición exquisita: “Olvídame”, y de nuevo me dí de cara con la proximidad de aquel rostro indescifrable, que parecía perderse en las notas que le arrancaba al piano.
Los clientes le pedían “Perfidia” y con una sonrisa melancólica, recogió del suelo una de las carpetas musicales. La tomó en sus dos gruesas manos, y como el que le hace una caricia a un niño, lo vi besar suavemente la contraportada de la carpeta de canciones. Al levantar sus ojos notó el ardor de mi mirada curiosa.
Nuevamente me volví a perder en el limbo de la melodía, venciendo el deseo de entender aquel beso tenue, salido del temblor de sus labios.
Luego vino el receso, se levantó de la banquetilla del piano con dificultad y arrastró la mole de su cuerpo hasta el bar. Mis ojos lo seguían. Y como quien se sabe perseguido, hostigado, buscó sentarse en el rincón más obscuro del salón.
No pude resistir, la curiosidad me hacía hervir la sangre en las venas. Le seguí, y cuando estuve a su lado le aprisioné con el arco de mis brazos.
-Necesito entender ese beso, le dije.
Bajó la mirada, y con el rostro mucho más enrojecido, murmuró entre dientes, reprochando mi descaro:
- besé la foto de mi ángel, desde que murió me acompaña siempre.
Ya no quise saber más. Fue entonces cuando entendí porque la música que brotaba de este ser me elevaba al cielo.
Y me dije en silencio: -no es lo mismo amar que mostrar el amor.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
¡Tienes que ser miembro de ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME para agregar comentarios!
Únete a ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME