En la alborada de un cielo sereno,
María, dulce flor de pureza,
susurran misterios con sutileza,
secretos divinos, un manto ameno.
En su ser, un destello terreno,
resplandece la gracia, fortaleza,
la Virgen, sublime fortaleza,
con fe en su corazón, pleno.
Le dijeron al oído, amor eterno,
mensajeros celestiales, divino anhelo,
la misión que en sus manos reposa.
En el sí que emana como río tierno,
del Señor acepta, sin desvelo,
Maria, en su humildad, Dios se posa.
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