Escucho,
como la reclama
la menuda voz
de mis silencios,
en la noche turbia,
en mis memorias.
Tiemblan los misterios
de sus besos,
entre la espesura de mi boca
y murmuran las horas,
que voy muriendo de a poco.
Se acongoja,
el envoltorio de mi cuerpo
y muere de frio,
porque ya su dulce alma,
se la llevó
llorando el deceso.
Sufren mis nostalgias,
cuando me reclaman las auroras
y se sienta sobre mi cama,
el llanto del momento,
porque ella ya no calienta
el frio porvenir de mis tiempos.
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