La noche es una dama de dulces placeres;
los enamorados damos nuestros quereres,
bajo el suspiro encantado de la ensoñación
que se vierte en el gemir de la gran ilusión
Callada se expande a través de la negrura,
para luego entregarse toda bajo la sonora
diamantina, de encontrarse con la sabrosura
y cobijarse en el regazo de quien enamora
Pintas arreboles, con un aroma a jazmines
enquistados en la suave quietud y placer
tajante, lisonjero que volvemos a nacer
ante la necesidad de succionar tu deidad
Te conviertes en musa, de una inspiración
a la cual bajo tu manto, el pudor se esfuma
en uno de los laberintos, donde la espuma
se filtra en la decencia y se pierde la moción
Eres paciente, silenciosa pero encubridora
de entregas pasionales, que se enhebran
en jadeos y gemidos, hasta cuando la hora
marca para que nuestras pieles se fundan
Nelson
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