DEL COLOR DE LA TIERRA QUEMADA
Mientras él veía que en el manto oscuro,
aparecían y desaparecían las estrellas,
era devorado por el inmenso amor,
y su fuerte rostro no sonreía.
El humo de su imaginación,
con el suave viento desaparecía,
y cuando el ocaso fugitivo se perdía,
daba paso a su desesperación.
Una mujer de suave piel,
del color de la tierra quemada,
llenaría su espacio vacío,
y retiraría sus penalidades.
Su sueño pesado huiría,
porque ella lo aligeraría,
con sus ojos, inteligentes y grises
sería en la oscuridad su faro.
J. Jesús Ibarra Rodríguez.
DCUHE.México.D.R.2018.
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