La libreta de los suspiros (relato verídico)

La gente le dice que domina muy bien las matemáticas, y ella se pregunta mirándose al espejo, si lo traería en el DNA al nacer o lo adquirió a fuerza de ayudar a la abuela Cun con aquella bendita libreta. Dónde estará ahora aquel tesoro de sus recuerdos. Sus destrezas numéricas son excepcionales gracias a ella.

Si, aquella libreta era bendita por Dios; vieja, sucia, arrugada, garabateada, pero bendita.
La libreta guardaba suspiros, lágrimas, alegrías, barrigas llenas, agradecimientos, amarguras; de todo guardaba la libreta que con tanta reverencia la abuela le ponía en sus pequeñas manos para que Tita se asegurara de que sus sumas y restas concluían con la cifra correcta.
- Tita, tú que sabes sumar bien, mira a ver si no me equivoqué.- Me decía la abuela adorada.

Y era que la abuela Cun sumaba y restaba con una calculadora que poseía dentro del disco duro de su cabeza. Solamente pasaba la mirada por la ristra de números y ¡zas!, escribía con su mano temblorosa la cifra final, pero antes trazaba una línea gruesa a ras para separarla del nombre del siguiente cliente apuntado en la libreta.

Porque los suspiros, las lágrimas o los agradecimientos eran de los clientes. La abuela les fiaba la compra, los víveres, pero ellos debían abonar a la deuda cada mes.

- Este mes, Don Jacinto, usted se ha montado mucho, mijo, si no abona aunque sea la mitad de la suma, no podré seguir despachándole las compras.

Y ahí nacían las sensaciones que comenzaban con los suspiros, las lágrimas, las excusas, y la abuela siempre cedía, era blandita de corazón, y Tita saltaba de alegría con lágrimas de satisfacción, porque Tita también intervenía.

- Fíale, abuela, mira que Don Jacinto es el papá de Juanita, mi amiguita, y la pobre está muy flaca, no tienen suficiente comida, y a nosotras nos sobra, abuela, fíales, fíales por favor.

Y la abuela, que adoraba a Tita, cedía, aunque supiera que el pobre de Don Jacinto nunca tendría suficiente para pagar su deuda acumulada mes por mes.

Entonces la abuela guardaba la libreta con reverencia en el cajón sagrado de la generosidad, mientras Tita pesaba en la balanza de dos platos las tres libras de arroz con los gorgojos de la miseria ajena. La libreta aguantaría algunos suspiros más, esta vez de agradecimientos contenidos y eternos.

Carmen Amaralis Vega Olivencia
(parte de la historia de mi vida)

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Comentario

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Comentario de Carmen Amaralis Vega Olivencia el julio 18, 2024 a las 7:55am

María Beatriz, amiga entrañable, ciertas tus palabras, era mi abuelita Secundina Martell Echevarría, vivió 92 años rodeada del amor de sus seis hijos ( mis cinco tías paternas y mi padre) , creo que tenía como 15 nietos y como 50 bisnietos. Era un ser de luz que aún me sigue iluminando, gracias amiga por tu buquete de rosas rosas, bendiciones, Amaralis


PLUMA ÁUREA
Comentario de Maria Beatriz Vicentelo Cayo el julio 17, 2024 a las 10:27pm

Y apuesto que nunca le faltó nada a la abuelita,  siempre tuvo de todo, hasta el final...  Con los años, yo sé por qué es.  Porque cuando uno no es muy apegado al dinero,  no lo hace su "dios",  ni su objetivo principal,  esto es no ser avaro, ni tacaño, pues Dios da mucho más.

Muy linda historia Amaralis linda, me alegra, bueno supongo, que haya sido tu abuelita.

Te dejó aparte de libretita, una lindísima enseñanza,  COMPARTIR ES SER HUMANITARIO!

Gracias mi reina por tu relato,  cariños 

gif animado de flores

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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