LA FELICIDAD ES TAMBIÉN REALIDAD
PRÓLOGO
La leyenda de Sísifo fue analizada por Albert Camus, famoso por sus obras sobre la realidad de nuestra era. Es un ensayo filosófico sobre el mito de este personaje, en donde plantea la posibilidad de un “Sísifo feliz” que no reniega de su rutinaria existencia y que ésta puede ser tan absurda o válida como cualquier otra, según el matiz que cada uno de nosotros podamos darle.
Es en esta perspectiva en la que muchas personas pueden tener inmersa su existencia, en donde precisamente subsisten pero no viven. Son atados por las rutinas del día a día, creen poder sobrellevar la carga y éxitos de vida en forma tangencial en el quehacer social. Es a ellas que debemos recordarles que Sísifo no tenía opción; todos los demás sí tenemos la opción de modificar la conducta rutinaria que puede tener dominada nuestras vidas.
Es por estas razones que ocasionalmente debemos recordar a Sísifo, y no por su eterno castigo ni por su rutinaria condena; creo que debemos rememorar y reevaluar su situación desde otra perspectiva, aquella que nos permitirá precaver el vivir rutinariamente la única vida de que disponemos. Solamente así podemos volver a ver al personaje descrito como un verdadero amante de la vida, a pesar del castigo de la rutina eterna y alguien que a pesar de todo venció la tan temida muerte.
De esta manera tendrá sentido la frase con la que Albert Camus inicia su ensayo sobre El Mito de Sísifo: “Oh, alma mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible. Sé feliz”.
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Marcela Vanmak ha repensado el tema de la felicidad en el ensayo que nos presenta, y propone asumir la realidad para hacer de ella un modo de vida como arte y contra el mundo de las apariencias.
La literatura ha tratado el tema de las apariencias. Ha dicho que si el error se opone a la verdad, la apariencia se opone a la realidad. La apariencia la define el diccionario de la lengua como “cosa que parece y no es”, y la realidad, como “lo que existe realmente”. Por consiguiente, decir realidad aparente es una contradicción, pues ambos términos son incompatibles.
Ha sido la sabiduría popular la que ha sabido distinguir lo real de lo aparente, con frases tan expresivas como “las apariencias engañan”.
Sin embargo, en ocasiones, la apariencia se emplea para reafirmar la realidad o actuar como su aval. Así sucede cuando al hablar de la mujer del César se dice que “además de ser honrada tiene que parecerlo”. En todo esos casos, ya sea para rechazar la apariencia o para que sirva de apoyo a la realidad, siempre se pone a ésta en el lugar preeminente que le corresponde.
Sicológicamente, aparentar es aparecer o presentarse la persona como dotada de condiciones, facultades o medios y recursos superiores a los propios de su estado social, profesional o económico, con ánimo de deslumbrar a los demás o despertar su admiración.
La experiencia nos demuestra que los hechos son el soporte de la realidad, por lo que negar su evidencia es querer ver lo que no es, e ignorar lo que realmente son aquellos hechos. Esta actitud obedece al acto voluntario para reconocer que la realidad permanece y se mantiene como algo objetivo; en cambio, la apariencia, por ser subjetiva, desaparece al carecer del apoyo real en que sustentarse.
Lo real es lo auténtico; lo aparente, aunque sea virtual, es un sucedáneo. El parecido no es nunca el original. Por eso, cuando se trata de una reproducción exacta, se habla de copia auténtica o debidamente autenticada.
La autenticidad consiste en no caer en la impostura y comportarse cada uno como realmente es, sin aparentar lo contrario. Esto, además, sería un engaño que la propia realidad se encargaría de descubrir rápida y fácilmente.
Marcela Vanmak es poeta y su actividad creativa se dirige hacia la poesía. Es así como los poetas construyen en su entorno un mundo de imágenes mediante las metáforas y la significación variable de la palabra. La poesía es fundamentalmente imagen, porque la imagen surge del poema como el instrumento encantador por excelencia, y establece una relación privilegiada del hombre con la realidad mundanal, de la que la experiencia poética nos daría la revelación que fusiona y crea otra realidad.
En la poesía se muestra la felicidad como esperanza, con la palabra en su movimiento musical y reflexivo.
En su libro de ensayos: El arco y la lira, Octavio Paz nos dice que la poesía es la transfiguración del pasado en presencia viva. La poesía exorciza el pasado; así vuelve habitable el presente. Todos los tiempos tocados por la poesía se vuelven presente. Lo que pasa en un poema, sea la caída de Troya o el abrazo de los amantes, está pasando siempre.
El poema se concibe como el lugar donde se encarna la presencia de un otro tipo de devenir histórico, de una memoria no narrada ni ordenada por una secuencia temporal. El poema es el lugar donde todo ocurre siempre, donde el futuro es una invención pues todo está contenido en este presente, es lo que Paz define como «La casa de la presencia”; el poema es esa casa del movimiento perpetuo. «Es un perpetuo desafío a la pesantez de la historia”.
La realidad de la experiencia vital es el canto por la vida y la felicidad que nos corresponde.
Poblar los desiertos que rodean los oasis de la satisfacción, dar voces al motín del silencio, llenar las páginas en blanco en el poema, recordarnos y recordar a nuestros contemporáneos que no vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero podemos atenuar el dolor y sentir la felicidad, aunque sea un instante. En esta labor sin pausa el poeta ha extendido los límites de lo real, creando otra realidad con la imaginación, dándonos a entender que no habrá más realidad humana si no la crea, también, la imaginación. La poesía sería una reflexión sobre los sentidos y sobre la relación del ser humano, entendiéndola como posibilidad amplia de vivir en la extraordinaria riqueza del mundo.
El hombre vive en su cotidianidad sin percatarse de ello. Trabaja, se relaciona, vive el ocio, está en la vigilia o en el sueño; y todo pasa fuera de él, de su consciencia, mientras que su entorno hace lo mismo. El habla de relación está limitada al uso necesario para comunicar lo imprescindible en cada situación: la del trabajo o la del ocio. En tales estados del espíritu, todos decimos cosas semejantes con palabras semejantes, y nadie queda sin comprender lo más destacable de lo que se dicen los demás. Maurice Blanchot nos ha dicho que lo cotidiano es inaparente, pero que no se oculta en la actividad diaria de las personas.
Vivir es un Arte, nos dice Marcela Vanmak.
Para Platón, el arte comprendía toda actividad humana distinta de la naturaleza, ordenada a un fin creativo determinado (y aquí incluía la ciencia). Y, sin embargo, ni siquiera los filósofos podían ignorar la naturaleza, porque es de ella de donde se surte la imaginación creadora. Lo dijo el poeta Antonio Machado, al poner en boca de su personaje Juan de Mairena estas frases como sostén del valor y la necesidad de lo natural en el arte: “En las épocas en que el arte es realmente creador – dice Mairena – no vuelve nunca la espalda a la naturaleza, y entiendo por naturaleza todo lo que aún no es arte, incluyendo en ello el propio corazón del poeta. Porque si el artista ha de crear y no a la manera del dios bíblico, necesita una materia que informar o transformar, que no ha de ser - ¡claro está! - el arte mismo”. La filosofía distanciaba el arte de lo natural, pero no podía desdeñar la presencia avasallante de la naturaleza.
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Suena en cada rincón del mundo el movimiento final de la novena sinfonía, coral, “Oda a la alegría”, del excelso genio Beethoven. Las voces llaman al encuentro de la humanidad y la música golpea con el ritmo del tambor que resuena con un llamado a la paz y alcanzar el instante de la felicidad posible en el mundo confundido del presente.
Finalmente, tenemos presente la sabiduría de Marcela Vanmak, para hacer de la vida algo que no es cotidiano sino maravilloso. Ella pertenece a la realidad y la hace amable con sus atributos.
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Alejo Urdaneta
Comentario
Este es un encantador y grandioso ensayo de nuestro querido Alejo, sobre la dialéctica entre la realidad y la imaginación, en cualquiera de las expresiones humanas, incluidas las oníricas y las artísticas
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