Delirante de amor,
me desmoroné ante sus finos pies,
intenté borrar de un solo golpe
mi afligido pasado,
ambicioné redificar mis desoladas
memorias,
para amarla
con un limpio amor sin historias.
Remonté feliz hasta el pináculo
del firmamento,
cuando sus pardos luceros
me vislumbraron,
pero fue fugaz aquel amor
caído del cielo,
cuando sus ojos de miel,
se cobijaron con un oscurecido velo.
Brindé con el agua bendita de su boca,
cuando mis labios enamorados
la besaban,
hoy mi boca está marchita,
porque no tiene,
la dulce miel de sus emigrados labios,
divina exquisitez,
que de amor puro,
feliz los embriagaba.
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