(Liz Hentschel / México)
LA CÁRCEL
¿Quién hizo este espacio hueco,
esta fábrica enorme sin sentido,
en laberinto frío de pilastras y arcos,
esta agobiante soledad de piedra,
esta pesada mole de soledad y sombra
que pudiera estar fuera del mundo?
¿Cuántos esclavos, cuántos años y vidas,
cuánta roca, tan fría, tan ajena,
cuántas terribles formas poderosas,
inmensos arcos, bóvedas sin término
donde la luz lejana se insinúa?
Balcones, puentes, pasadizos, troneras,
que entran y salen de los gruesos muros,
de los que penden cordajes y cadenas,
argollas, trapos, hierros retorcidos.
Máquinas de dolor cubren el piso,
cepos, carlancas, ruedas de tortura,
tenazas, torno, garrucha y caballejo
y rejas y más rejas y otras rejas,
puestas exactas sobre puertas ciegas.
¿Para quiénes se hizo cárcel tan sobrehumana?
Locura de Babel, domo de Qubla Qan,
roído en ruina,
juego cruel de los cíclopes de un ojo,
maravilla de horror y desvarío.
No más grandes que púas y eslabones
sombras sin rostro perdidas se vislumbran,
vagas figuras quietas, asombradas,
diminutas y solas en el ámbito
de lienzos de muralla y puentes rotos,
¿A quién vigilan y acechan?,
¿quién está encadenado entre los muros y las rejas?,
¿qué alumbra sin mirada la lámpara profunda
cuya cuerda se pierde en las alturas?
¿De dónde sacó Piranesi esta invención,
este capricho de cárceles oscuras?
Coliseo y Panteón de las angustias,
más imponente y cierto
que los que el tiempo deshacía en Roma.
Todo era cárcel, lo supo de repente,
todo era una inmensa cárcel desmedida,
el hombre estaba preso, solo, en algún lugar
de una inmensa mazmorra,
todo era rejas, cadenas y tormentos,
nunca terminaba de sufrir la tortura,
potro, charniego, palo,
rueda quebrantahuesos, cepo y fuego,
para el castigo de una culpa incierta.
La estructura inmensa,
las bóvedas rotas y los arcos,
las cadenas, los puentes sin destino,
no tenían otro irrisorio objeto
que encerrar, supliciar y castigar
un ser humano,
un cautivo, un preso,
un tembloroso espectro de pavura,
dos piernas y dos brazos
quebrados en los hierros y los golpes,
pies entre grillos,
y una cabeza ya sin voz, ya sin vista,
a ciegas, solo,
en la cuestión y al ansia sin sentido.
No hay verdugo ni alcaide,
sólo presos,
sólo dolidos, condenados todos,
en la mole ciclópea de tortura.
Eso vio Piranesi,
en el gran teatro del destino del hombre,
verdugo y carcelero de sí mismo,
todo cuanto alcanzaba era una cárcel
y en ella, en soledad, estaban todos.
&
Arturo Uslar Pietri
Comentario
¡Muy bello poema de Arturo Uslar Pietri que nos compartes, Alejo!
Bella asimismo la pintura de mi paisana Liz Hentschel...
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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