Una caída o salto de agua es un lugar donde el agua fluye rápidamente perdiendo elevación mientras discurre por una región con fuerte desnivel o por un acantilado. Las caídas de agua se consideran uno de los fenómenos más bellos de la naturaleza.[1] Algunas caídas de agua se utilizan para generar energía hidroeléctrica.
En español se emplean varios términos para designar este accidente, como caída, salto, cascada, catarata, torrente, rápido o chorro, sin que estén claramente definidos ni científicamente determinados. Se emplea el término cascada para designar la caída desde cierta altura de un río u otra corriente por un brusco desnivel del cauce y se habla de catarata cuando se trata de una cascada muy grande o caudalosa. En cualquier caso no siempre es fácil la correspondencia entre el nombre del accidente geográfico y el descriptor y muchas cascadas son en realidad cataratas, agravado por que es difícil saber cuando se emplea el descriptor en singular y cuando en plural (como por ejemplo, «catarata de Paulo Afonso» vs. «cataratas del Niágara») y cuando se hace uso del determinativo «de» o «del» («salto Angel» vs «salto de Tungela»). También se emplean voces de otros idiomas, como cachoeira, chute o waterfalls.
Las caídas de agua son sistemas dinámicos que varían con las estaciones y con los años, aunque esto último sólo se hace perceptible a escala geológica. Presentan distintas formas (por ejemplo, si su caída es vertical o si sigue una pronunciada pendiente, etc.), determinadas por el volumen de agua, la altura de la caída, la anchura del lecho y la conformación de las paredes entre las cuales corre el líquido, dependiendo del tipo de roca y de las distintas capas en las que se disponen.
Entre las caídas de agua más famosas del mundo se encuentran las cataratas del Iguazú —compuestas por 275 cascadas de diferentes alturas localizadas en la entre Argentina y Brasil—, las cataratas del Niágara —situadas en la frontera entre Estados Unidos y Canadá y con un caudal que llega a los 11.000 m³/s—, las cataratas de Yosemite —en California, de 739 m de caída, muy conocidas por su belleza— y el salto Ángel —en Venezuela, que con una altura de 979 m (807 m de caída ininterrumpida), es— el salto de agua más alto del mundo.
Por extensión también se habla de cascada de hielo cuando el agua congelada forma caídas pronunciadas. Esto suele ocurrir cuando el caudal de agua es muy pequeño y se va helando de forma sucesiva, provocando el aumento de la estructura de hielo.
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Las caídas de agua pueden tener diversos orígenes y se forman con mayor frecuencia cuando un río es joven,[1] momento en que el cauce es a menudo estrecho y profundo. En la mayor parte de los casos, se deben a la desigual resistencia que oponen las rocas a las corrientes de agua. Cuando un río desgasta profundamente su lecho y encuentra resistencia en una masa rocosa, el ahondamiento se produce más lentamente.[1] [2] De este modo, el nivel del obstáculo constituirá, temporalmente, el nivel de base, ya que que el obstáculo por sí mismo establecerá el perfil longitudinal del río aguas arriba. Pero río abajo, más allá de esta masa rocosa que resiste, el ahondamiento prosigue más rápido, y formará su fuerte declive, o una bajada vertical, que interrumpirá el curso del río y será la causa determinante de la caída. A medida que el curso de agua aumenta su velocidad en el borde de la caída, logra arrancar material del lecho del río. Los remolinos creados en la turbulencia, así como la arena y piedras transportadas por la corriente de agua, aumentan la capacidad de erosión.[1]
Las aguas que se precipitan desde lo alto de una cascada no adquieren gran velocidad durante su caída debido a la resistencia del aire y a que se dividen en numerosos chorros o saltos. Su base queda sujeta a la erosión cuando está constituida por rocas blandas bajo una capa de rocas más resistentes. Siendo los estratos blandos disgregables, se producen desmoronamientos de los estratos superiores al quedar privados de soporte. Es así como las cascadas retroceden y se desplazan en dirección a la fuente del río —como fue el caso de las cataratas del Niágara entre 1842 y 1927—. En la mayoría de los casos, el retroceso depende de la erosión directa en el punto de caída, independientemente de los lechos rocosos, pues es precisamente en ese lugar donde las aguas adquieren su mayor velocidad. En ese momento de retroceso, la cascada pierde progresivamente su altura, y el salto violento del perfil longitudinal es reemplazado por una bajada rápida, pero menos brusca.[1] Este proceso es más evidente en las cascadas verticales, donde la fuerza de la caída del agua socava la parte inferior de la pared de roca —incluso creando grandes cuevas—, mientras las partes superiores se derrumban. Los bloques de roca caídos son entonces divididos en pequeños cantos rodados por desgaste al chocar unos con otros, y también erosionar la base de la cascada por abrasión, creando una piscina de agua profunda o garganta.[3] La tasa de retiro de un salto de agua puede llegar a un metro y medio por año.[1]
También en rocas calizas o similares, fáciles de disolver por el agua, se suelen provocar cuevas subterráneas por debajo de los cauces principales, convirtiéndose en ríos y cascadas subterráneos. En algunos de estos casos, el hundimiento posterior de la cueva vuelve a hacer visible el cauce y sus cascadas, después de haber retrocedido muchos metros. Por otro lado, en ciertos casos, y debido a la erosión que sufren durante su caída, las aguas contienen abundantes cantidades de carbonato de calcio disuelto. Se observa, entonces, la formación de depósitos de travertino (roca formada por endurecimiento). Estos depósitos recubren rápidamente las paredes y el punto de caída, compensando, a veces, la acción erosiva. Inclusive, puede llegar a aumentar la altura de ésta.
Algunos ríos fluyen a veces sobre un gran paso en las rocas que puede haberse formado por una falla geológica, desplomándose al fondo de la misma. También las cascadas se pueden producir a lo largo del borde o a través de los glaciares, un proceso en el que un arroyo o río que desemboca en un glaciar continúa fluyendo en el valle después de que el glaciar se haya retirado o se derrita. Los grandes saltos en el valle de Yosemite son ejemplos de este fenómeno, que se conocen como valle colgante. Otra razón que puede dar lugar a la formación de valles colgantes es cuando dos ríos se unen y uno de ellos fluye más rápido que el otro.[1]
Se han elaborado algunos sistemas científicos para la clasificación de caídas de agua, siendo uno de los más recientes el International Waterfall Classification System, desarrollado por Richard H. Beisel Jr.[4] Las caídas de aguas son agrupadas en diez grandes categorías basadas en el volumen medio de agua presente (que depende tanto del caudal medio de la caída como de su altura) usando una escala logarítmica. Son cascadas de clase 10 las cataratas del Niágara, la catarata de Paulo Afonso y las cataratas de Khone.
Según esta clasificación, las cataratas más conocidas tienen la siguiente clase: las cataratas Victoria y las cataratas Kaieteur (clase 9); las cataratas del Rin y Gullfoss (clase 8); el salto del Ángel y Dettifoss (clase 7); el salto Yosemite, Yellowstone Lower Falls y Lor Umphang Ti Sue Cascada (clase 6) ; las cataratas Sutherland (clase 5).
Existen muchos tipos de caídas de agua, atendiendo tanto a la forma de la caída, la pendiente por la que discurre, el lugar y forma del fondo de la caída, el caudal y la estacionalidad. No siempre son tipos excluyentes y muchas veces algunas caídas pueden clasificarse en más de un tipo, que además puede cambiar según el volumen de agua que lleve. Los tipos principales son:
Algunas de las cataratas más importantes del mundo,[7] en orden alfabético, son las siguientes:
Algunas cataratas son construidos por medios artificiales en interiores como elementos decorativos, siendo la mayor la que está en el vestíbulo del Centro Internacional de Detroit.[8]
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