Foto: He tenido que regalar mis libros Tuve que regalar mis libros, algunos ya estaban amarillos como los tiempos míos, a otros, se les habían corrido las letras porque el moho del olvido los había corroído. Tuve que regalar mi primer libro, el principito, mis amados y releídos libros de Julio Verne, los de Emilio Salgari, con los que tanto viaje y pelee en innumerables batallas, los de León Uris, sobre todo Éxodo, que lo leí en cuatro días, casi sin poder dormir, he tenido que regalar, parte de mi vida, mis amigos de años, mis compañeros de viajes e historias. He quedado desmembrado, como si me hubieran arrancado un brazo, o me hubieran robado parte de mi vida. eran cajas llenas de tesoros como los del corsario negro, pero al ver como se iban dañando con el correr de los años, tuve que buscarle asilo en manos de otros niños, a ver si alguno de ellos, viajaba hacia la luna, o al centro de la tierra, o tal vez navegará junto a Sandokan el tigre de la Malasia y comer mangos después de días en ayuno, y se sienta con los mismos deseos míos de volverlos a leer. He tenido que regalar mis años, mis libros, mis sueños de niño, pero me quedo con la satisfacción de haberlos leídos y que otros niños sientan lo mismo que yo sentí, un lejano día.

He tenido que regalar mis libros
Tuve que regalar mis libros,
algunos ya estaban amarillos
como los tiempos míos,
a otros, 
se les habían corrido las letras
porque el moho del olvido
los había corroído.
Tuve que regalar mi primer libro,
el principito,
mis amados y releídos libros de
Julio Verne,
los de Emilio Salgari,
con los que tanto viaje y pelee
en innumerables batallas,
los de León Uris,
sobre todo Éxodo, 
que lo leí en cuatro días,
casi sin poder dormir,
he tenido que regalar,
parte de mi vida,
mis amigos de años,
mis compañeros de viajes e historias.
He quedado desmembrado,
como si me hubieran arrancado un brazo,
o me hubieran robado
parte de mi vida.
eran cajas llenas de tesoros
como los del corsario negro,
pero al ver 
como se iban dañando con el correr de los años,
tuve que buscarle asilo en manos de otros niños,
a ver si alguno de ellos,
viajaba hacia la luna,
o al centro de la tierra,
o tal vez navegará 
junto a Sandokan el tigre de la Malasia
y comer mangos después de días en ayuno,
y se sienta con los mismos deseos míos
de volverlos a leer.
He tenido que regalar mis años,
mis libros, mis sueños de niño,
pero me quedo con la satisfacción
de haberlos leídos
y que otros niños 
sientan lo mismo que yo sentí,
un lejano día.

 

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