FUGAZ
Tiempo, lo que se dice tiempo dispongo de todo el tiempo del mundo, hasta he
creído que me sobre mucho tiempo, y es entonces cuando saco una silla cómoda a
la terraza en noches sin luna. Deben ser noches sin luna. Miro al firmamento y
cuento las estrellas grandes, las que dan mucha luz o parpadean mucho. Nunca sé
si son soles o planetas centelleantes, pero no me importa, no son ellas las que
me provocan en noches sin luna. Esas no me importan, están quietas.
Y me siento a esperar. Tengo todo el tiempo del mundo, si, me siento a esperar,
cada noche con la misma fe. Se que la tendré, estoy segura que esta noche la
tendré, y espero, así, con la cabeza inclinada hacia el cielo, reposando el
cuello en el madero de los deseos y espero con la mayor paciencia. Llevo siglos
esperando con el mismo entusiasmo porque sé que vale la pena. Y sigo ahí, horas
de mi bendito tiempo, horas largas, horas como si estuviera muerta o muriendo,
como si no quedara nada más que me importara sino esperar por ella.
Y la vi, por
fin vino y me cruzó la vida de un lado al otro, me cruzó como el que cruza la
obscuridad ajena, iluminando esperas.
Y la vi,
centella fugaz y ardiente.
Cruzó mi espacio,
y no hubo ni palabra ni verso,
solo la belleza de su rastro incierto.
Llevaba ardores,
cargaba rutas a la espalda
como se carga un adiós
o un amor nuevo.
Vi en su interior
bóvedas de cristales
lacerando silencios,
dejando grietas supurar recuerdos
La vi.
No dio vuelta a tras
ni quiso detenerse
Con los ojos abiertos
la dejé pasar,
mas ahora conozco el camino de la luz.
Carmen Amaralis
www.carmenamaralisvega.com
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