Hay una apuñalada oscuridad
en medio de esta estrecha soledad,
que me desabriga.
Me ensordece este infinito silencio,
en medio de las sombras que
me acompañan,
y trastornado,
se eleva mi memoria,
buscando la llama de su faro,
para que ilumine de nuevo mis días.
Ya mi voz me nombra,
porque de remotos recuerdos,
se evangelizo mi vida
y la evocación me tortura,
día tras día.
Las blancas paredes de mi estancia,
ya no me nombran,
porque también perdieron su color.
entre las estoicas negruras,
que igualmente,
va descoloriendo mis infecundos días .
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