La aflicción fue tan intensa que aun después de tantos años viaja conmigo.
Dolió tanto saberte lejos cuando un día antes estabas tan cerca,
cuando eras mía y en un instante te convertiste en una inalcanzable y fugaz estrella.
En mis pasos cargué siempre el recuerdo de tus tantas cosas;
palabras, miradas, juegos, sonrisas; inocentes besos y delicadas caricias.
Años lentos me recorrieron fuego, marcando mi piel y blanqueando uno a uno mis cabellos,
más jamás pudieron apagar el hermoso brillo de tu recuerdo injerto.
La vida me quitó lo que más quise, lo que más quiero.
Vacíos fueron los días que sumaban y agregaban tristeza a mis soledades inciertas,
mientras mi llanto se disfrazaba de sonrisa
y mis desesperadas manos se quedaron vacías, mudas y serenas.
Guardé los Te amo, uno a uno... tengo miles y millones guardados en dos cajas de universos... ¡son tuyos!
Guardé para ti mis besos... son más que las estrellas.
Aguardé paciente y busqué el aroma de tu recuerdo sin encontrarte,
y en la locura de mi desespero te convertí en verso... y te hice poesía.
La oscuridad se quebró, y una luz intensa me asaltó felina,
iluminando mi mundo y renaciendo mi tímida sonrisa.
¡Tú! ¡Sí, tú! Llegaste a mí siguiendo el tenue eco de mis pasos de pies pequeños.
Con la sorpresa de tu belleza singular,
con tu cabello de flores y el recuerdo de nuestros días entre la delicadeza de tus manos.
¡Tú! tatuaje indeleble en mi alma tuya y latido constante en mi corazón tuyo.
Linda niña, mujer... conoces el tiempo y lo tejes a favor de nuestra interminable historia,
y apresuras los segundos que alegres cantan en mi reloj.
¡Tú! ¡solo tú! porque siempre has sido la que habita mi mente ilusionada y desquiciada,
y sin decir palabras me has llevado a reencontrar el candor infantil de tu mirada luna.
Miro el reflejo asombrado de tu espejo...
tu belleza no cambia, sigues siendo (mi) niña en cuerpo de mujer, y yo,
eterno infante de pausadas ilusiones.
Me enamoro de ti una vez más, para encontrarnos, descubrirnos,
y gritar al mundo que la justicia divina se ha manifestado en nosotros;
en la unión de nuestros corazones niños,
en el deseado reencuentro de nuestros labios ansiosos de besarse nuevamente antes de marchitar.
Carlos Eduardo Lamas Cardoso.
México.
Derechos reservados.

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Comentario

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Comentario de Carmen Amaralis Vega Olivencia el agosto 16, 2023 a las 7:10am

Carlos, felicito tus letras, excelente y hermoso relato, gracias, Amaralis

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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