¡Oh, clavos verdes!

¡Oh, paisajes interminables

y siempre verdes del alma!

Aunque hace tiempo resecados

por la sequía mortal de la vida terrestre

en ellos pueden los hombres rodar

todavía como caballos jóvenes

sobre el nuevo trébol matutino

a sentir

durante unos pocos minutos fugaces

el rocío fresco de la vida inmortal.

¡Quiera Dios que duren esas calmas benditas!

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