Solo palabras de amor
se escucharon en la nada,
el silencio las guardó
esa noche enlunada.
Manos de tacto maestro
recorrieron su cuerpo,
saboreo de los dioses
el mas divino alimento.
En su mas fina madera
un clavo febril entró,
de tanta alegría lloró
feliz su alma entera.
Su cara se iluminó,
su risa fue mas feliz,
sus labios se humectaron,
y todo fue mas placentero.
Su mirada languideció,
su piel se suavizó,
su cabello de terciopelo
mas belleza adquirió.
La pasión verdadera,
recorrió todo su cuerpo,
miró mejor los colores,
y se apagaron sus ardores.
Se le hizo humo la apatía,
sus caminos se ensancharon,
las delicias la abrumaron,
cambio su vida ese día.
J.Jesús Ibarra Rodríguez.
Delegado Cultural UHE.México.
D.R.2013.
Comentario
Jesús,
Gracias por regalarnos tan bello poema.
Saludos y bendiciones!
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