La existencia,
que me queda,
al lado,
de algún dulce río,
he de irme a sosegar,
para percibir,
sus aguas templadas circular
y mis pies cansados,
dentro sus corrientes,
dejarlos descansar.
Anhelo darle alegría a mi vida,
pero de aquel gran amor,
que partió de mi lar,
junto a Jehová.
jamás me he de olvidar.
Hoy todo ha cambiado,
mis fuerzas, mi salud, mi visión,
pero mi alma codicia igual,
que como amó,
a aquella hermosa doncella
llamada Yaeli
de dieciocho años de edad,
hace cuarenta y cinco años atrás.
Yo seguiré caminando por la ruta del sol,
asechando en cada esquina,
a ver si la luz del amor ,
me vuelve a alumbrar,
aunque cada día,
que pasa,
se va marchitando,
mas y mas
esta pequeña madriguera,
donde tantos sueños me embolsé
y muchos otros,
sólo ambicioné.
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