El temblor de una hoja cósmica cruje en el vacío sideral,
el instante en otro lugar,
que al caer se estremece
y se apaga una vida, en aleatoria sincronía,
como cuando el viento sopla un candelabro prendido,
el alma como una ave viajera hacia el umbral de la inmortalidad,
marcha sin regreso alguno,
contemplando la luz cenital, que todos veremos
¡algún día! ¡Del túnel hacia el final!
¿camino hacia el incierto destino? o ¿camino hacia la libertad?
Es el infinito resplandor de una visión sobre un prometido paraíso sideral, celestial o terrenal.
¡Abre sus alas blancas, la esperanza!,
como una bandera que flamea en el aire,
desplegadas como alas con girasoles multicolores.
Es el árbol verde , ¡imponente e inhiesto!,
la fe en el ocaso del oasis del desierto,
el reflejo borroso de un amanecer brumoso salpicada de siniestros enigmas y grises vaticinios.
¡Así es la vida!
Un acierto dialéctico en la creación del ser.
Pues, la caricia del onto es un suave copo de nieve que se quedó impregnada en la epidermis;
pero el alma es una criatura que ama y te siente;
no es un número que solo digiere datos,
sino un dígito que piensa,
que padece y se enferma,
llora y sueña como cualquier ente inteligente del horizonte biosférico;
que el cálculo es letal cuando la vida es una razón poderosa para el que cree,
cuál sentido mágico que nos anima a continuar viviendo siempre....
Autor:
Jorge Alberto Espinoza Quezada
Perú
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