Un nuevo día
(1ra. parte)
La mujer calló. Dejó hacer.
La puerta se cerró tras él.
El domingo amaneció nublado, la tarde llegó con retraso.
Noticias no fueron comentadas. Los días pasaron. Al igual los veranos, y sus inviernos.
Quiso expresarse frente a las primeras preguntas, la vergüenza se lo impidió.
La presión aumentó, al punto tal que la congoja ocupó su corazón.
Tampoco aquella segunda vez, logró contestar, careció de fuerzas para ello.
Temió que no habría una tercera posibilidad.
La decisión llegará. Ellos cumplirían lo pactado. Ella también había dado el sí requerido.
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Mañana al mediodía
(2da parte)
Todo estaría preparado. Las cláusulas del rito se cumplirían sin temor alguno
En las últimas horas consultó con sus adentros, no podría aceptar retroceder. Sus instintos de mujer, criada bajo aquellos severos preceptos pendían sobre ella
No fue la primera, con seguridad tendría sucesoras
Uno a uno fue llegando al gran óvalo rojo. Las antorchas gritaban su apagón
Ellos, los que cumplirían las reglas, mirarían hacia abajo, como para obscurecer sus ojos ante la desdicha
Sin ayuda alguna, no la merecía, caminaría hasta llegar frente al canasto descolorido. Las tijeras en manos de los elegidos, trabajarían sobre su cabeza. En un santiamén el signo del encanto, su larga cabellera, colmaría en demasía el recipiente
El motivo de la diferencia, el emblema del respeto ante lo distinto, ello que convertía a las mujeres en seres privilegiados acabaría como un puñado de lana después de la esquirla
La señal llegaría a su punto culmine, la luz grande del cielo coronaría las cúspides de las montañas
Así pasaría de boca en boca… lo que correspondía
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Y... llegó la noche
(3ra. Parte)
El grito de la oscuridad dio paso a la noche.
Como tintínelas los destellos palidecieron en las carpas.
La última poblada mantenía un quiero de claridad en su interior.
Ella, la sancionada del día, terminó exhausta, con sus últimas fuerzas entró en su exilio.
Conocía a mujeres que allí padecían sus perennes momentos; aquellas que infringieron las pautas de los hombres.
Ellos dominaban. Su poder era inquebrantable. Sus razones, valederas.
Las comarcas vecinas, también las más lejanas, sabían los reglamentos de aquella estirpe.
Era el reino de los hombres calvos.
Su historia remontaba de los tiempos de los grandes vientos.
Leyendas trasmitidas por los de las barbas blancas, constataban que, aquellos, únicos sobrevivientes del gran colapso, constituían la cúspide de la pirámide. Sus calvicies reflejaban las sombras del sol.
Toda mujer, que, al igual que ella, convirtió la vida de su hombre en frustrada, obligó su partida.
Estaba declarado, su vuelta considerada vedada.
Allí, cruzando el río, las víctimas mujeres, pertenecían a otro mundo, el mundo del final consumado.
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*Registrado/Safecreative N°1003225805848
*Imágenes propias
Comentario
Siempre es halagador recibir tus comentarios, amigaza.
Abrazotes van,,,Natukita
Estimado Carlos, contento al saber que disfrutaste de mi garabato.
Shalom, colega de la pluma
Estimado Beto tu sentir de este relato, tiene una fuerza impresionante, llena de simbolismo y un ambiente de ritual que atrapa desde el primer momento. La manera en que describes la opresión y el destino inevitable de las mujeres en ese reino gobernado por hombres calvos, junto con el peso de las tradiciones, es impactante. Refleja de manera profunda el poder de las normas y la lucha interna por aceptarlas o resistirlas. Un texto que invita a la reflexión. ¡Gracias por compartirlo!
Abrazos cercanos
Beto,
Muy interesante tu texto. Profundo.
Saludos y bendiciones!
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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