El verano se despide en agonía
y el declive cual ocaso de repente,
acaricia un no me olvides tiernamente
y el azul de mi genuina fantasía.
El misterio de la luz en la partida
y el primor del rosicler entre los montes,
deja huellas que definen horizontes
en el arduo caminar de nuestra vida.
Aferrado el corazón a la memoria
y al gemido del silencio nigromante,
acompaña en el suspiro delirante
el periplo de la ilusa trayectoria.
El celeste amanecer sabe de olvidos
y del iris surtidor de la esperanza,
que se nutre del amor y su confianza
en la senda de caminos recorridos.
Volverá la primavera y su alegría,
del verano sus quimeras, sus desvelos
y el bohemio seductor de mis revuelos
confidente en el versar de mi utopía.
Aimée Granado Oreña ©
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