De la vida oscura

[Julio]

Como duele la vida entre las sombras 

si nos convida al llanto

que irrumpe sin cantares

cuando suenan las arpas y violines

en el invierno amargo

de mantos sepulcrales

y en la aturdida y frágil carcajada.

 

La música triunfal y sus pleamares

amortiguan la espina

que se hunde entre las carnes

pero el sueño larguísimo del viaje

declina en su cansancio

tan tenue… que no arde

y rompe la tregua del naufragio.

 

La vida se camina sin andamios

y surge veleidosa

en un sinfín de miedo,

limpia de estrellas antes del letargo

y siempre con sus prisas

de un repudiado anhelo

sepulta los ardores de la pena.

 

Es cóncava y a veces mutilada

y caja de sorpresas

con pálidos faroles,

es la vida el hálito supremo

del tiempo y del olvido

caído sin honores

y el ojo que nos mira en los senderos.

 

Tiene brisas y algunas cicatrices

en la urna siniestrada

que en la nobleza mira

dónde esconde el presente su vallado

y campos soterrados

del hombre que suspira

con sus frutos de tórridos dilemas.

 

 Y duele más la vida al sentenciado,

al tránsfuga sediento,

al pueblo sin santuario,

al que disputa la virtud ajena

y al hombre sin historia

que siempre temerario

esconde la extensión del anatema.

 

Algunas vidas tienen sus dobleces,

la ira reprimida

y la nostalgia intacta,

la estática emoción de un pasado

y la figura al viento

que a veces se desata

pero también la cruz de una hondonada.

 

Las mieles se ocultan en la nada,

la certeza en el polvo

de la verdad suprema,

las horas enlutadas se eternizan

en la sombra del alma

y si es la vida oscura

finiquita así… amortajada.

 

 Cuanta vida… encontramos en la vida.

La muerte se derrama

y el horizonte con nosotros vuela

sin sorna ni malicia

y la vida muy pronta nos reclama.