DE DESDICHAS
Bastó tu ligero movimiento para asirme a tu cuerpo.
Con mucha fuerza quise retenerte,
pero tu giro mortal me dejó sin aliento.
Te vi alejarte, cometa errante y frio.
Desde entonces busco en mi cofre,
desesperada,
rebusco y encuentro tu mirada,
tus dedos finos contorneando mis labios,
tu inquieto deseo en las madrugadas.
Aquellas madrugadas sin descanso,
solo el jadeante murmullo en mis adentros,
solo el silencio ardiendo entre las sábanas.
Bastó un segundo de tu adiós para morirme.
Murió mi dicha atrincherada.
Murió el color de mis quimeras,
y un jardín de abrojos asfixió mi lirio suplicante.
Tengo un torbellino de ardores sobre el pecho,
un remolino de sal sobre mi cara,
y una mueca dolorosa se cuela por mis dedos
que agarran con fuerza tus adioses
para lanzarlos al pozo de la vida.
Quebrantada vida suplicando amores.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
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