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“...menuda, todo nervio, mirada felina, Ahora que se cumplen los cuarenta años del fallecimiento de la mejor bailaora de todos los tiempos, se me pide que cuente como la conocí, y lo hago como un gran honor y como agradecimiento por todo lo que me enseñó. Lucero Tena
https://www.youtube.com/watch?v=nf9ypRpbZMA&feature=related
Mi deseo de conocer a ambas fue posible con Carmen, pero no así con Antonia Mercé, entonces ya fallecida. Carmen llegó a México, y con gran emoción asistí a su debut...mágica, grandiosa, majestuosa, electrizante, arte en toda su grandeza, tal y como la había definido mi maestra, pero para mí aún más. De inmediato quise conocerla. Fui a su camerino y vi a una mujer pequeña, menuda, todo nervio, mirada felina, con las mandíbulas apretadas, pues aún estaba en tensión. Yo me presenté como bailarina y le dije que la conocía a través de mi maestra Emilia Díaz, y que el conocerla era el momento mas emocionante de mi vida. Me dio la mano y un beso y yo la abracé. Mi madre que me acompañaba me dijo que la dejase descansar y que esperaba mas gente para saludarla. De los seis meses que estuvo en ciudad de México fui a verla y a saludarla todos los días, y llegué a atreverme a preguntarle si podía darme clases, contestándome ella cariñosamente que no daba clases pero que podía asistir a sus ensayos, lo que hice durante meses. Fui apreciando el flamenco como tanto deseaba, y nada menos que viendo a la gran Carmen Amaya. Foto por Manuel Ortega
Yo asistía a esa reunión en lugar apartado y nos llamó a mi madre y a mí, pidiéndonos que nos acercáramos a la mesa y me preguntó si quería formar parte de su espectáculo ocupando el lugar de Leo. Recuerdo que fue tal mi asombro que me quedé sin palabras, pero mi querida e inolvidable madre me sacó de este estado con una patadita por debajo de la mesa y pude contestar con un rotundo ¡SI!. Así fue como entré en la compañía de la inigualable Carmen Amaya, y digo inigualable y sin sucesora, pues siempre he dicho desde mis tiempos de bailarina y bailaora que ha habido una Ana Pavlova, un Pau Casals, un Andrés Segovia y una Carmen Amaya. Fue una gran experiencia en mi vida viajar con mi Carmen (siempre que hablo de ella o en mis recuerdos, y hasta cuando hablaba con ella, era y es “mi Carmen”) por distintas ciudades de México incluido el D. F., y después por USA, desde el Carnegie Hall en New York, hasta la inauguración del Huntington Harford Theatre en Hollywood. Que glorioso éxito de Carmen que electrizaba, emocionaba, entusiasmaba al publico. Durante casi 3 años (hasta 1957) viajé con mi Carmen, y en los días libres mi madre que me acompañaba y yo solíamos visitarla en la habitación del hotel y la encontrábamos siempre bordando, que tanto le gustaba, y en algunas ocasiones salíamos de paseo, le gustaban los parques y bromeaba y reía subiéndose a algún árbol. Era una mujer con una inteligencia natural increíble, y una visión humana maravillosa.
Carmen con su tía Juana Monumento a Carmen Amaya
Después de cuatro años volvimos a encontrarnos en su llegada a Madrid, y fue a ver mi actuación en El Corral de la Morería. Aquella noche fue increíble pues se corrió la voz que iría a verme bailar y el tablao se llenó de flamencos que querían ver a Carmen. Todo mi cuerpo temblaba de nervios y de emoción. Recuerdo perfectamente lo guapa y bien vestida que iba; llevaba un vestido gris perla y zapatos de raso. Hice mi actuación y se la dediqué a ella. Al terminar me acerqué a su mesa para saludarla, me besó, me dijo que estaba muy orgullosa de mí y que movía muy bien la bata de cola, algo que hacía porque me lo había enseñado ella...las bailaoras acostumbran a bajarse para recoger la bata de cola, ella nunca se agachó, la recogía de un golpe de su pie, y yo siempre lo hice tal y como se lo vi hacer a ella. Carmen la recogía y la subía por encima de su cabeza como un pavo real. El broche de oro fue ver bailar a Carmen a petición del publico asistente. Aquello fue la apoteosis. Su marido Juan Antonio me dijo que viajaban a Barcelona antes de su gira europea para visitar al Dr. Puigbert.
Hay un LP que se grabó en Nueva York "The Queen of the Gypsies" (‘La Reina de los Gitanos’), donde tuve el honor y el placer de hacer las palmas. No quiero dejar de mencionar a otro grande de la compañía de Carmen, y me estoy refiriendo al gran Sabicas, aquel artista de la guitarra. Tocar Sabas y bailar Carmen, eso era un mundo aparte. Carmen Amaya fue la guía en el baile flamenco, y Sabicas en la guitarra flamenca. Siento que es mucho más lo que podría decir de la gran Carmen Amaya y lamento no saber hacerlo mejor...
Foto por Manuel Ortega FIN DE LA SERI |
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