CON LAS BOTAS PUESTAS

[alfredo barra]

Por Alfredo Barra

Desde niño escuché decir a los mayores lo gratificante que sería la vida cuando jubilaran. Nada de preocupaciones. Ahora a regar el jardín, puro descansar, tarea cumplida.

Después que he superado el medio siglo de existencia, que me pensioné anticipadamente, que sigo casado con la misma esposa -que me dio cinco hermosos hijos, y éstos, once maravillosos nietos-, y hecho realidad la mayoría de mis vocaciones artísticas y profesionales, sigo escuchando la misma canción:
-Oye hermano, ¿hasta cuándo vas a trabajar? ¡Descansa!

Ellos riegan el jardín de sus casas, arreglan las llaves malas del agua, regalonean con sus nietos, siempre hablan de lo que fueron y se sienten profundamente realizados. Y yo siento que es verdad.
No puedo estar de acuerdo, sin embargo, con que los placeres de la vejez lo son todo, porque la vida es mucho más que eso. La vida no es sólo respirar, sino también actuar.

El seguir trabajando a los 66 años como si tuviera 25, con una vitalidad sexual ídem, lleno de ingenio e ideas laborales y haciéndolas realidad, eso me hace feliz.

Tengo las enfermedades propias de la edad: reumatismo, artritis, gastritis, migraña, jaquecas, lesión a la columna, un Tec todavía vivo, hernias, estoy harto cegatón y con cuatro operaciones a mi haber de páncreas y por úlceras duodenales, amén de otras, lo cual no lo tomo de excusa para decirme: “Hoy no voy a trabajar”.

Mi pensión es un asco, y no tengo grandes recursos para dedicarme sólo a mirar el techo o a leer “El Mercurio”. Debo seguir trabajando, pero no me bajoneo, no me deprimo ni le echo la culpa a nadie de mi situación. Por el contrario, cada día doy gracias a Dios por darme la disposición, las condiciones y entereza para seguir haciéndolo.
Soy uno de los tantos viejos de hoy que quieren morir con las botas puestas. ¡Y bien puestas!

[MilagrosHdezChiliberti-PrsdntOME]

Un suertudo que no se le borraron los poemas.