Lloré al orto de esa luz sombría
y al paso de un cuerpo amortajado,
en la cueva del dolor la noche fría
y en los tiempos perdidos del pasado.
Y lloré también así toda agonía
del íntimo pudor enajenado,
la rosa que en tu cuerpo se entreabría
con el toque sutil y fatigado.
Ya no lloro a mis épicas espigas
ni a la penumbra azul y misteriosa,
surjo tal vez así de mis fatigas...
del sismo contumaz y milenario
en donde solo la virtud reposa
en la cumbre radiante de su ideario.
Octubre 20 de 2011.
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