ARMANDO ROJAS GUARDIA Y EL VACÍO

“El Verbo se hizo carne”, dice el Cuarto Evangelio, y parece expresar con esa frase que la voz “verbo” tiene doble significado: el de “palabra” y el de “Logos”, término griego que expresa el concepto de sustancia. Verbo como palabra, verbo como sustancia. ¿Quién sino el hombre tiene el don de la palabra que lo hace creador y lo asemeja a Dios? ¿Será el hombre la sustancia o “logos” divino, por ser el único en poseer la facultad del hablar articulado y significativo?
Vicente Verdú, escritor español, dijo que en la literatura sólo lo es de veras la poesía y la filosofía, porque la dramaturgia es protonovela y la novela protocine. Es quizás exagerada esta afirmación, y pareciera una boutade del escritor; pero sí es cierto que tanto la poesía como la filosofía buscan las causas últimas, la esencia del “En-Sí” de Sartre.
En Armando Rojas Guardia se juntan estas formas del conocer más íntimo. Es filósofo cuando siente el llamado que da a la existencia el valor único que merezca ser desentrañado, y hace poesía con los mismos elementos que constituyeron su poema. Deja a un lado la idea de Dios, pero no ha podido desprenderse de su presencia. Es que Armando, como yo también, provenimos de una escuela con atributos propios: la de los Jesuitas, y participamos de las mismas reservas.
Debo decir que conozco más al filósofo que al poeta, y que su ensayo: El Dios de la intemperie ha sido para mí un aprendizaje renovado, que había nacido de hondas dudas durante mi formación.
Armando mira a un desconocido y, sin decirlo, desea para él la misma virtud que deseaba para sí mismo. Es que todo acto del poeta y filósofo está dirigido a colmar un vacío.
Quizás sienta como un enorme vacío, un vacío colmado de una gran ausencia, una ausencia que no es más que el deseo de colmarse, de realizarse por entero. La primera condición de la vida: desear siempre. De otro modo, la vida dejaría de ser. Es uno de los principios de la vida: estar siempre sin colmarse. La plenitud no basta para colmar nada. Solamente las piedras no desean nada, aunque, ¿quién sabe? Tal vez en las piedras también haya agujeros que nunca hemos descubierto.

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