ANTINAVIDEÑA ENVIDIA
Todo iba perfecto. O al menos eso parecía. Juan y Artemisa, con sus cuatro hijos se disponían a ir de compras para preparar la cena navideña.
Era todavía inicios de diciembre, al frío apenas comenzaba a asomarse en los amaneceres y anocheceres de la Sierra de Chihuahua.
Ello vivían en Creel. Población serrana, pero ya más convertida en citadina que en zona rural, aunque tenía los rasgos de ambas condiciones.
Se fueron pues al centro de Creel, Artemisa, Juan y los cuatros críos, dos niñas y dos niños, ninguno superaba ni siquiera los doce años.
Andaban por ahí y localizaron a una madre tarahumara, con dos pequeños, desarrapados, mal vestidos. Su apariencia era, a todas vistas, de que no habían probado alimento cuando menos durante ese día y ya estaba anocheciendo.
Los seis se quedaron viendo a las caras y voltearon, casi al unísono, a ver a esa madre indígena serrana de muy escasos recursos. Y sin decir nada, impulsados por un resorte interior acompañaron a Juan en su impulso de acercarse a ellos y llevarlos a comer a una taquería.
Todos quedaron satisfechos, excepto Enrique, el menor de los cuatro hermanos, de apenas seis años de edad, que impulsado por algún duende contrario a los buenos deseos navideños de la familia, hizo tremendo berrinche para indicar que esos gestos de condolencia de toda la familia le había molestado y, en su medio lenguaje explicó:
-No es justo. Esos chamacos se han llevado parte de lo que íbamos a disfrutar en la Cena de Navidad.
Todos rieron. Enrique se descontroló y se puso a llorar porque interpretó que se estaban burlando de él, sus padres y sus hermanos. Hasta que le explicaron que no era de ese modo pues el dinero empleado para darles de comer esos tacos a la mujer tarahumara y sus dos hijos eran un gesto solidario que ni siquiera había cambiado la condición de pobreza extrema de la indígena y sus pequeños; y mucho menos había mermado la porción de lo que cenaría en Navidad con sus invitados, familiares y amigos.
Enrique sonrió fuertemente y dijo a voz en cuello:
-¿Entonces lo que yo hice fue solo una antinavideña envidia?
Y ahora los seis sonrieron y continuaron su periplo de compras navideñas.
Comentario
Benjamín, ¡cómo me regocija ver que un amigo recibe tantos y merecidos elogios por su publicación! Y no solo eso, pues, como puedo comprobar, nos obsequias las preciosas imágenes de obras pictóricas de extraordinaria calidad con las que podemos deleitarnos, antes o después de disfrutar de tus creaciones literarias. ¡Un lujo! Abrazo sureño lleno de gratitud y reconocimiento hacia tu persona a la que admiro desde mi rincón austral.
Bom dia! Quantos ja não sentiram esse sentimento? Pergunta que fica sem respostas e se a damos é para nós mesmos . Belissima reflexão
Benjamín, querido Amigo, tu texto me impresionó tanto y lo hallé tan meritorio como notablemente oportuno, pues, lo publicas previamente a las festividades navideñas, que decidí expresarme con Libertad, esa que tanto necesitamos para decir sin temores ni represiones lo que sentimos muy dentro. Acabo de publicar un alegato que incluye un raro homenaje a Tu Ser, al que considero brillante y genuino como pocos. Abrazo sureño.
Gracias amigo hermano por este cuento tan educativo
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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