Mi alma se unía a la tuya,
con los espontáneos bríos del regocijo,
con el manifiesto ímpetu del amor,
con el animo sagrado,
con que nos agraciábamos
los dulces besos.
Nuestras voces no las acallará el tiempo,
ni las vencerá las sombras del destierro,
hoy vuelas libre por otros cielos,
mientras mi abismal amor,
se ha quedado en el insondable abismo,
del silencio.
Mis pasos retumban en el vacío de los tiempos,
mi piel ya no tiene el mismo sustento,
porque mi carne,
se quedó sin el calor de su agraciado cuerpo.
He construido un nuevo mundo,
con sus placenteros recuerdos,
donde me sumerjo a añorar,
aquellas dulces violetas,
con que me agraciaba,
su amor eterno.
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